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Discapacitados que se reencuentran con su sueño y ponen en pie el teatro Gayarre

Los nervios son los mismos de cualquier estreno; la expectación, idéntica. Pero entre bambalinas todo es diferente. Por ejemplo ha sido un día difícil para Aitziber, que necesita oxígeno constantemente. Y todo debe estar previsto al segundo porque los protagonistas precisan ayuda para cambiarse de ropa. Son síndromes de Down, autistas, paralíticos cerebrales... pero querer es poder. Estrenan «Reencuentro con un sueño». 70 minutos después, el Gayarre aplaude a rabiar.

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Ramón SOLA

La alteración cromosómica hace que los síndromes de Down -Mirentxu, Oscar, Kartxu...- tengan déficits en los mecanismos de atención, en la memoria, en los estados de alerta, y a menudo en la percepción auditiva. A autistas y similares, como Pablo, se les atribuyen características como el retraso y la alteración en la adquisición y uso del lenguaje o la insistencia obsesiva en que el ambiente no cambie. Y los paralíticos cerebrales como Isabel tienen problemas para controlar sus movimientos musculares. Muy pocos de todos ellos pueden llevar una vida autónoma. Con este cuadro, está claro que sólo a unos idealistas se les podría ocurrir organizar con ellos una compañía de danza-teatro. Aventureros como los de la Fundación Atena, que en la noche de anteayer abarrotó el Teatro Gayarre de Iruñea para estrenar su primer montaje completo. El título no podía ser más adecuado: «Reencuentro con un sueño». Un sueño iniciado hace dos décadas y hecho realidad de nuevo sobre las tablas.

El estreno fue un éxito acreditado por casi diez minutos de ovación. No sólo se premia el esfuerzo, enorme; se aplaude la calidad. Atena trabaja con un criterio de profesionalidad y de disciplina, imprescindible por otro lado para que muchos chicos y chicas superen sus problemas de concentración. Quien acudiera al Gayarre esperando una especie de función teatral navideña se llevaría una tremenda sorpresa. Las coreografías están perfectamente ensambladas. Todo el mundo está en su sitio. Se combinan estilos muy diversos. Y a la hora de transmitir sensaciones, queda claro que los discapacitados síquicos llevan dentro un plus que conecta intensamente con el público.

Trabajo y cariño

Por ejemplo, Fabiola, síndrome de Down. El Gayarre no esperó a que terminara el número para romper en aplausos. Nadie imaginaría que su figura esconde una artista... hasta que sus brazos empiezan a dibujar sevillanas en el aire.

Las coreografías encajan como un guante en las capacidades de cada bailarín y hacen aflorar sus virtudes más escondidas: la energía de Diego, que irrumpe en escena con una acrobática voltereta; la plasticidad de Mikel o Iker, que convierten el aparente defecto de la lentitud en virtud para la danza; el encanto de las sonrisas de Hazel o de Ixchel, a la que Barricada acaba de dedicar una canción benéfica; las capacidades de muchos de ellos para dar un ritmo propio a la percusión... Y así hasta 34 discapacitados, nueve chicos y 25 chicas. Un elenco de entre 5 y 59 años para una función en la que se pasa desde momentos cercanos a la danza clásica hasta toques de hip-hop, desde composiciones sobre la muerte o la belleza hasta números muy lúdicos. ``Revolviendo el aire'', por ejemplo, cuenta la historia de los niños y niñas que un día aprendieron qué es lo que querían ser de mayores: niños. Como la vida misma para muchos de ellos.

El trabajo ingente que hay detrás de esta función se puede imaginar. Este año, por ejemplo, no ha habido vacaciones de Navidad, porque el estreno estaba demasiado cerca. Pero esa labor se mide más en cariño que en horas. La Fundación se nutre del voluntariado. Y las profesoras, procedan de la educación especial o del mundo del arte, han conseguido que la sede de la Fundación Atena sea un segundo hogar para todos; varios de los que salieron a escena, además, viven en residencias asistidas.

La próxima estación es Teruel, en abril. Algunos bailarines llevan casi dos décadas sobre las tablas; viajaron a Holanda o Portugal con el pionero Psico-Ballet de Maite León implantado entonces en Nafarroa, y han seguido luego en la Fundación Atena, que le tomó el relevo en 2001 y presenta ahora su primer espectáculo completo. Pero la compañía es sólo la guinda del pastel: cada día la fundación acoge a 133 discapacitados de todo tipo (síquicos, físicos, sensoriales...) que utilizan el arte como terapia: hay clases de danza, teatro, maquillaje, música...

 

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