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Julen Arzuaga euskal herriko giza eskubideen behatokia

Retazos

Desde la convicción de que la sociedad de nuestro país no necesita más posicionamientos y declaraciones sobre la tortura, sobre todo si «sirven para ocultar lo evidente o para minimizar su gravedad», Julen Arzuaga ofrece retazos de la realidad, de lo acontecido a partir del momento de la detención de Igor Portu y Mattin Sarasola. La mirada desde fuera, los mecanismos de encubrimiento, la justificación de la vulneración de derechos humanos por parte de las autoridades «democráticas»... «jirones de esta obscena realidad».

Manteniendo el puesto de los torturadores. Gilles Perrault, en su «Carta a dos jueces franceses condecorados con la Cruz de Honor de la Orden de San Raimundo de Peñafort», pregunta a las jueces antiterroristas Laurence Levert y Roger Leloire por qué se alinean con la barbarie española. Compara hábilmente la situación a este lado de los Pirineos con las actividades de la policía del régimen colaboracionista de Vichy, en los tiempos de la ocupación nazi, que arrancaba la información a miembros de la resistencia francesa por medio del tormento. Tras la liberación se dictó sentencia de muerte por torturador contra el comisario Poinsot y fue fusilado. El escritor francés reflexiona: «Al día siguiente de la muerte de Franco, todos los Poinsot mantuvieron su puesto».

Autoridades españolas y Videla. En marzo de 2004 el Relator especial contra la Tortura, Theo van Boven, presentaba ante las Naciones Unidas su informe tras la visita al Estado español. Sus conclusiones eran demoledoras. El embajador español, rojo de ira, le espetó ante todos los embajadores del mundo que sus críticas eran falsas y sus fuentes terroristas. En rueda de prensa, el Relator comparó la actitud de las autoridades españolas con la del dictador argentino Videla, responsable de miles de desapariciones. No comparaba la gravedad de los hechos, sino el empeño desaforado por ocultar lo evidente. Hay una brutal pugna entre la versión oficial y la visión popular. La primera niega lo evidente. La segunda evidencia lo que niegan.

Desde Suecia se ve claro. Inmediatamente después de conocerse las torturas de Igor Portu, el europarlamentario sueco Jens Holm, de la Izquierda Verde Nórdica, formuló una pregunta parlamentaria ante el Consejo Europeo y la Comisión Europea con el título «¿Tortura en España?». En ella apunta hacia la detención incomunicada, considerando que «podría generar condiciones que facilitarían la comisión de malos tratos o torturas, o en otro sentido, dificultaría su investigación o esclarecimiento». Concreta: ¿Se han tomado decisiones efectivas para la erradicación de este régimen, tal y como organismos internacionales de reconocido prestigio han recomendado reiteradamente al Estado español? Los órganos europeos conocen la respuesta: No. Pero ¿harán algo más?

Medios de comunicación. Portu y Sarasola han sufrido torturas bajo el régimen de incomunicación, pero esto no es un hecho novedoso. Otros miles de vascos han sufrido trato semejante. La diferencia es que en el caso de Portu hay un informe forense filtrado que avala el tormento, mientras que en el caso de Sarasola el informe filtrado sugiere exactamente lo contrario. Sin embargo, la ETB seguía sin considerarlo novedoso. El día de la noticia, en realidad, la noticia del día con la que abrieron el Teleberri fue el inicio de las rebajas. ¡Asquerosa sensibilidad! Sólo cuando estalló la polémica por la sucesión de declaraciones y la erupción de datos y detalles se dio mayor cobertura mediática. Jorge del Cura, del Centro de Documentación contra la Tortura de Madrid, calcula que serían aproximadamente 3.000 artículos, opiniones... vertidas en prensa española. Pocas veces se habrá escrito tanto en la prensa sobre la tortura. Pocas veces se habrán dicho tantas salvajadas. Hoy hay fotos de Sarasola evidenciando la tortura ¿cómo las valorarán? Estamos sometidos al poder de los medios.

¿Forenses o encubridores? En estos casos parece determinante la actuación de los forenses, única vinculación del torturado con el mundo exterior. Hace unos meses se especulaba con la posibilidad de que un médico externo acompañara al médico forense en la exploración del detenido incomunicado. Los forenses de la Audiencia Nacional emitieron una protesta, ya que esta segunda opinión facultativa -tan habitual en ámbito médico ordinario- «supone poner en cuestión» el trabajo que llevan a cabo para «avalar el buen estado de salud de los detenidos tras su estancia en dependencias policiales». ¡Habéis caído! Vuestro trabajo no consiste en avalar el «buen» estado de salud de los detenidos, sino en acreditar su estado de salud, sea éste bueno o malo y, en el caso de que este sea «malo», describirlo -lesiones, dolencias...- e indicar sus causas, labor que, según reiterados informes de organismos de Derechos Humanos internacionales, no hacéis. Al rechazar y denunciar esta ayuda, sólo se puede interpretar que la función que interiorizan los médicos forenses es la de encubrir posibles violaciones de los Derechos Humanos que puedan realizarse bajo su jurisdicción.

Si vis pacem para bellum. La línea de interpretación la marcó José Bono en su uniforme de ex ministro de Defensa: «Si yo tuviese que dirigir un consejo a los guardias civiles, les diría que no haya bajas, pero que, si tiene que haberlas, que no sean nuestras». La Coordinadora para la Prevención de la Tortura, plataforma que reúne a casi cincuenta organismos contra la tortura de todo el Estado, comparaba las manifestaciones con «lo peor de comentarios similares efectuados por los milicos argentinos y chilenos durante los años setenta justificando los asesinatos y torturas generalizadas de opositores a las dictaduras latinoamericanas». Está bien traído el ejemplo. El milico se prepara para la guerra. Nunca estuvieron preparados para el armisticio.

Las máximas autoridades de aquí. Tampoco andaba muy lejos de estas valoraciones Miguel Sanz al decir que «la verdadera tortura es el reciente asesinato de dos guardias civiles en Francia, y ahí no hubo fuerza ni ninguna costilla rota. Ahí hubo tiros en la nuca». No, señor Sanz, eso no es tortura y usted lo sabe, aunque no tenemos duda de que con ese planteamiento simplista quiere cerrar el debate. La tortura es exclusivamente la cometida por fuerzas destinadas a la seguridad del ciudadano, Naciones Unidas dixit. No dudamos de que esa justicia de nefasta calidad que han diseñado caerá con más peso del debido contra los ciudadanos vascos que llevaron a cabo la acción en Capbretón. No nos cabe la menor duda de que harán lo imposible por dotar de impunidad a los torturadores de ciudadanos vascos. Ibarretxe, mientras tanto, de visita con el jefe de los torturadores, un sí, que es un no.

Las máximas autoridades de allí. Mientras, Zapatero y Sarkozy dicen haber conseguido un acuerdo decisivo para perseguir a ETA que consiste en que las Fuerzas de Seguridad españolas «trabajen con todas las garantías necesarias en el territorio de Francia». Trabajar con garantías debe significar tener a su disposición las armas de las que disponen aquí. Lo decía al principio, ahora exportan Poinsots a su país, señor Perrault.

Lupiañez: La familia de Gorka es certera: es más sencillo ver en televisión las torturas en Abu Ghraib o en Guantánamo que ver por la ventana a quien las ejecuta en tu ciudad. El propio Gorka afina al agradecer en una carta a su pueblo todas las expresiones de cariño y reconocimiento que ha recibido ante el tormento: «Las ansias de libertad de este pueblo no hay quien las pare».

¿Se puede construir un discurso por medio de retazos, de jirones de la realidad? Tal vez pasó el tiempo de discursos. La sociedad vasca no necesita más posicionamientos, declaraciones en torno a la tortura y menos aún para ocultar lo evidente o minimizar su gravedad. Que los retazos, jirones de esta obscena realidad se conviertan en pasos, compromisos, hechos que nos muevan definitivamente de este escenario.

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