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El tortuoso camino del Sandinismo hacia el nuevo Socialismo

El presidente de Nicaragua, el sandinista Daniel Ortega, suscita polémicas tanto en su país como a nivel internacional. Ante las contradicciones muchos se preguntan por el porqué de su zigzagueo político entre Washington y Caracas, entre el neoliberalismo y el socialismo del siglo XXI.

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Ingo NIEBEL

Sé extremadamente sutil, hasta el punto de no tener forma. Sé completamente misterioso, hasta el punto de ser silencioso», enseña el profesor de «El Arte de la Guerra», Sun Tzu, porque «de esta manera, podrás dirigir el destino de tus adversarios». Su obra era lectura obligada para las guerrillas del siglo XX. La actual política del veterano comandante sandinista Daniel Ortega se parece mucho a esa máxima de Sun Tzu.

Desde que el 10 de enero de 2007 jurara el cargo de presidente de Nicaragua, la política de Daniel Ortega no ha estado exenta de contradicciones. Por un lado, Nicaragua se une con Venezuela, Cuba y Bolivia en la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) pero, por otro, no abandona el Tratado de Libre Comercio (TLC) que ata a los estados centroamericanos al gigante económico de la región, EEUU. Por una parte, Ortega critica la presencia de la Agencia Anti Drogas Estadounidense (DEA) en su país, y por otra, permite que la DEA hable con la Policía sobre nuevas medidas de prevención.

Sobre Ortega pesa también su pasado al frente de la Revolución Sandinista que en 1979 acabó con la dictadura de Anastasio Somoza, un títere de Washington. Pero justamente la historia, los últimos 30 años, explican el porqué del maniobrar del líder sandinista.

La Revolución Sandinista triunfó basándose en la lucha armada y gracias al apoyo popular. Los verdugos de Somoza fueron juzgados y encarcelados o se escaparon al extranjero. Desde los países vecinos, el Tío Sam organizó la Contra que, con la ayuda del Ejército estadounidense, hundió a Nicaragua en una guerra civil que duró una década. Causó más de 38.000 víctimas mortales y unos daños cuantificados en 17.000 millones de dólares. En 1986, la Corte Internacional de La Haya condenó a Washington por sus crímenes.

Sin embargo, la Casa Blanca logró que en 1990 los sandinistas entregasen el poder a Violeta Chamorro. Lo primero que hizo el nuevo Gobierno de derechas fue cancelar el juicio en La Haya, a cambio de que la Administración estadounidense le facilitaría una «ayuda económica» de 200 millones de dólares para la «reconstrucción de la infraestructura».

volver a empezar de cero

Con Chamorro se expandió el neoliberalismo, eliminando los logros de la Revolución, entre ellos la educación gratuita y el sistema sanitario, y privatizando el patrimonio nacional. Ese modelo capitalista logró que el país se convirtiera en el segundo más pobre de la región, justo por detrás de Haiti. En 2005, el 80% de la población nicaragüense vivía con menos de 2 dólares al día. El PIB no superaba los 950 dólares anuales.

El hambre está bien presente en Nicaragua, al igual que los cortes de luz y los «apagones» en los barrios de los pobres. La empresa española Unión Fenosa es muy selectiva a la hora de repartir la energía eléctrica: las fábricas extranjeras que producen en las «Zonas Francas» -libres de impuestos y sin sindicatos- la reciben, por lo general, religiosamente. La mayoría pobre, acusada de impago, se queda aislada del resto del mundo cuando en sus humildes hogares se apagan las bombillas, televisores y radios durante horas e incluso días.

La época neoliberal duró 16 años y parece que ha terminado tras el triunfo de Daniel Ortega en las urnas, a finales del 2006. Nicaragua está pasando por una transición, aunque todavía no se ven con claridad los avances de futuro.

En casa, tiene que jugar a cuatro bandas. Por un lado, tiene que gobernar contra el Congreso, donde la oposición pro estadounidense es mayoría. Por otro, el sandinismo histórico está dividido. El tercer factor es la Iglesia, sobre todo la católica, pero también están las de índole evangelista, aunque en menor grado. Los representantes del Vaticano se muestran formales porque Ortega negoció con ellos y con los demás partidos la ley del aborto, una de las más reaccionarias de la actualidad. Las iglesias evangélicas han atraído a un considerable número de pobres porque les dieron el sostén moral y sicológico que necesitaban para no derrumbarse durante el neoliberalismo, cuando imperaba el uno contra el otro y el todo vale para sobrevivir. He aquí la razón de la faceta religiosa en el discurso de Ortega.

Dado que la embajada de EEUU en un país americano es el tradicional lugar donde se preparan los golpes de Estado, el sandinista sabe qué peligro tiene en casa. Washington se contiene porque Ortega ha iniciado su segunda revolución en las urnas, siguiendo el ejemplo de Venezuela, Bolivia y Ecuador.

Por ahora, el sandinista ha optado por recobrar la confianza en el FSLN, arrancando con el programa «Hambre Cero», la educación gratis, la reconstrucción del sistema de sanidad y de los sindicatos en las empresas. Venezuela le ayuda con la instalación de la refinería «Simón Bolívar» que en 2011 debe ingresar 700 millones de dólares. Eso permitiría la creación de una estructura industrial alternativa a la de las «Zonas Francas». Para ello, el FSLN necesita otra legislatura más.

Entonces, se verá si Daniel Ortega ha practicado las enseñanzas de Sun Tzu o no.

 

UN AÑO

Daniel Ortega ha cumplido un año al frente del Gobierno tras el regreso al poder del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN)

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