Las autoridades timoresas, no sin recurrir al amparo de las fuerzas de estabilización extranjeras presentes en su territorio, lograron impedir que prosperaran los planes de los protagonistas de una revuelta militar. El presidente Ramos Horta fue el que salió peor parado, al resultar herido de gravedad al ser alcanzado por varios disparos. Por su parte, el primer ministro Xanana Gusmao salió ileso. El grave atentado pone de manifiesto la situación de inestabiidad política que se vive en el país. Las maniobras para apartar a los antiguos guerrilleros del Fretilin de las labores de gobierno ya derivaron en una ola de incidentes en 2006, que provocaron 150.000 desplazados, y obligaron a dimitir al primer ministro Alkatiri. Desde entonces, las discrepancias entre los distintos protagonistas del proceso que llevó a la independencia de Indonesia en 2002 no han hecho sino agudizarse. Aunque no el único, el foco principal de tensión se centra en el modelo de relaciones económicas y las políticas hacia los países más cercanos, y en particular hacia Australia. El «Timor gap», o acuerdo con Australia para compartir la extracción de recursos energéticos del mar timorés es un referente claro de esa diferente visión sobre cómo se debe gestionar un pequeño país, empobrecido por décadas de ocupación, pero sobre cuyos recursos pugnan unos poderosos vecinos.