Acabar con la vida de un valle. Echar por la fuerza a las personas de sus pueblos para luego derribarlos. Mantener a poblaciones enteras en la incertidumbre de si un día morirán arrasadas por toneladas de agua. De si ese día será mañana, de aquí a unos años, o no será nunca. Y encima pretender tranquilizar a la población con un plan de emergencia ridículo, teniendo en cuenta que Agoitz cuenta con tres segundos de tiempo para llevarlo a cabo en caso de desastre. Golpear, detener, encarcelar a la oposición. Manipular, mentir, especular.

Si al menos todo esto fuese para beneficiar a otras zonas faltas en recursos tan básicos como el agua, seguiría siendo injusto. Seguiría siendo horrible, pero tal vez fuera comprensible.

Sin embargo nos encontramos con que a las tierras supuestamente beneficiadas por la construcción de Itoitz y el Canal lo que les viene es la concentración parcelaria, el «o te sumas (y lo pagas) o vendes. O te expropiamos». La vuelta al latifundio, vaya. Otro hachazo al pequeño agricultor y a las formas de vida sostenibles. Resulta también que uno de los fines a los que se va a destinar el agua es para el gran circo especulativo de la Expo de Zaragoza.

Esto demuestra lo que ya sabemos. Que si los verdaderos beneficiados de todo esto (constructoras, políticos corruptos, «magos» que convierten bosques en desiertos y desiertos en lujosos campos de golf) tuvieran un mínimo de vergüenza se les caería la cara. Pero a éstos no se les caerá ni aunque se caiga la ladera.

A la historia de Itoitz aún le quedan muchos capítulos por escribir. En nuestras manos está aunar fuerzas, plantar cara y que las aguas vuelvan al cauce del que nunca deberían haber salido. Queremos ver Itoitz vacío ya, y no vernos de aquí a un tiempo pidiendo responsabilidades a respetables mafiosos sin escrúpulos sobre algo que hoy aún es evitable.

Sabemos que las cosas se pueden hacer de otra manera y vamos a luchar por ello. Llamamos a seguir con las movilizaciones en contra de esta barbarie y de otras tristemente parecidas como es el caso de Yesa.

El 23 de febrero saldremos a las calles de Iruñea para volver a exigir que el sentido común se imponga sobre la avaricia. Itoitz hustu eta Esa handitzeari ez.