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Mikel Arizaleta Traductor

¿Profesor o chivato?

Analizar ANV hoy, situándole en el ayer sin, al mismo tiempo, hacer lo mismo con otros partidos políticos de referencia -PSOE y PNV- no deja de ser una vil tergiversación, indigna de un profesor

Francisco Sosa Wagner e Igor Sosa Mayor publicaron el libro «El Estado fragmentado. Modelo austro-húngaro y brote de naciones en España», compuesto de tres cuadernos de distinta extensión y variado rigor. El primero, el más serio y extenso, termina desdibujado por la apología nacionalista-española del segundo y tercer cuaderno, cuando achaca el ocaso austro-húngaro a conflictos lingüísticos internos. Los autores, en base a un análisis deficiente y tendencioso, argumentan algo que ya rebatió Heinz Kloss en su excelente libro «Grundfragen der Ethnopolitik im 20. Jahrhundert»: que el nacionalismo «forma parte de los movimientos de emancipación antidiscriminatorios de nuestro tiempo, es decir, sería un movimiento dirigido en contra del menosprecio, la injusticia y la desigualdad y no, como sostienen algunos, proveniente de impulsos irracionales, enemigos de la ilustración o de grupos egoístas». El «pueblo» hasta el siglo XVIII careció de dimensión histórica, fue considerado más objeto que sujeto de la historia. Y es ahora cuando por primera vez los pueblos se constituyen en naciones, en comunidades que anhelan conformar autónomamente su existencia político-estatal, en comunidad volitiva, como factor de integración y participación. Intentan convertirse en sujetos. Históricamente la nación es un fenómeno reciente. Otto Bauer destaca tres factores en ese despertar de las nacionalidades: la escolaridad obligatoria, la reforma agraria-liberación del campesinado y, por último, la industrialización. Decir que los estados plurinacionales son más difíciles de gobernar por la reivindicación lingüística que los mononacionales o, con otras palabras, que se gobierna mejor siendo autoritario que mediante un gobierno democrático, o sea desde el respeto a valores fundamentales como la dignidad, la lengua, la libertad de asociación, en suma la diversidad, eso sí es mirar al pasado y es cavernícola. Y de eso sí saben, por desgracia, un rato largo en España, Francia y otras naciones imperialistas trasnochadas... «Nosotros -dicen los Sosa- no cons- tituimos una `nación de naciones', pero es que si así fuera sería prudente no airearlo, sería mejor disimular, porque tales laberintos políticos no han dado precisamente frutos apetecibles». Los Sosa, que son profesores y españoles hasta las gachas, tergiversan la realidad del imperio de Austria y reino de Hungría, realidad que conocen como profesores. Pero conciben su libro desde su chauvinismo español como defensa irracional del nacionalismo español y como anatema de otros nacionalismos como el vasco. Son de esos profesores que ocultan aquello que no viene bien a su tesis.

Algo parecido le ocurre a Luis de la Granja. A los pocos días de la ilegalización de ANV el catedrático de Historia de la UPV escribió un artículo justificándola desde un punto de vista histórico: «ANV se caracterizó por su colaboración con las izquierdas para conseguir el Estatuto y marcó el camino que siguió el PNV en 1936. El suyo fue un nacionalismo heterodoxo, distante del PNV y opuesto al radicalismo de Aberri y Jagi-Jagi. Estos grupos abertzales constituyeron el referente ideológico de Herri Batasuna, mientras que Acción Nacionalista Vasca fue un antecedente histórico de la Euskadiko Ezkerra de Mario Onaindía. Por ello, la ANV de la República y la Guerra Civil sólo tiene en común el nombre y la bandera con la ANV actual... Así fue la verdadera historia de ANV, que se puede tergiversar, pero que es imposible cambiar». No voy a negarle conocimiento histórico al profesor De la Granja sobre este partido en los años 30, porque le he leído con atención. Pero su juicio sobre ANV en este artículo es cuando menos ahistórico y no digno de un profesor. Extrapolar dos momentos históricos sería válido si, en paralelo, describiera la situación de los diversos partidos antes y ahora y comparara sus posturas ante la realidad, analizando el contexto que les tocó vivir antes y ahora, la situación político-social de la República de entonces y la monarquía de ahora. Porque, como es sabido, ANV luchó por la República y hoy nos oprime una monarquía y el PSOE de entonces muy poco o nada tiene que ver con el PSOE de ahora. Analizar ANV hoy, situándole en el ayer sin, al mismo tiempo, hacer lo mismo con otros partidos políticos de referencia -PSOE y PNV- no deja de ser una vil tergiversación, indigna de un profesor. Resulta difícil no darse cuenta del error. Quizá su tesis de que ANV fue un antecedente de EE muestra más el deseo de un militante del PSOE que el juicio ponderado de un profesor, que, en este caso, parece ejercer de mamporrero de la historia.

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