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El arte efímero del «performing» conquista esta edición de ARCO

En el nuevo programa «Performing Arco», dedicado al «arte vivo», hay artistas como Joan Morey que exigía, con riguroso control en la puerta, que el público vistiera completamente de negro para asistir a su performance, titulada «Para terminar con el juicio de Dios».

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Pilar R. VEIGA | MADRID

Curiosidad e inquietud son algunas de las emociones que se sienten al ver una performance y así lo han podido descubrir los visitantes de ARCO, donde su directora, Lourdes Fernández, ha llevado por primera vez este tipo de arte también llamado Live Art o arte vivo.

La directora de ARCO se acercaba el pasado viernes a la larga cola que se había formado para acceder a la performance del mallorquín Joan Morey y comprobaba el éxito de una práctica artística que, según explicó, había atraído hasta 30 proyectos de los que un comité de expertos seleccionó ocho. Entre el nuevo programa «Performing Arco» destacaba el trabajo de Morey por su exigencia de que el público vistiera completamente de negro -con riguroso control en la puerta- para ver la performance titulada «Para terminar con el juicio de Dios».

Camareras con una estética sadomasoquista ofrecían copas de cava mientras una artista escenificaba en el suelo la coreografía de una esclava desdibujada de todo rasgo humano. Todavía impresionado por lo visto, Sergio, un joven que ha presenciado otras performances en el Centro de Arte de Santa Mónica de Barcelona, destacaba el trabajo creativo de Joan Morey; tres amigas madrileñas reían nerviosas y decían que no les parecía bien que el artista «censure tanto la vestimenta del espectador»; y una pareja de Lleida hablaba de la poca duración de este arte, en este caso apenas una hora.

«Performing Arco» se ha llevado a cabo de miércoles a domingo en dos semicírculos con interiores diáfanos que se adaptaban a este versátil arte siempre en diálogo con el espectador. Las performances, excepto las de Brasil, han sido comisariadas por la experta británica Lois Keidan y la directora del departamento de Audiovisuales del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), Berta Sichel, quien las ha definido como «la actividad artística más interesante del momento».

Sichel dijo a Efe que «la semilla» de este arte se inició en los cabarets vieneses de posguerra para continuar con los dadaístas y existencialistas alemanes. En los cincuenta lo seguiría el artista Wolf Vostell y en los sesenta, entre otros, Yoko Ono, quien en su trabajo «Cut piece» iba cortando su vestido. Para realizar bien esta práctica multidisciplinar y provocadora, que hoy se estudia en universidades de Europa y EEUU, Berta Sichel cree que «hay que ver muchos vídeos». La directora Audiovisual del Reina Sofía ve las performances de ahora «muy híbridas» por las nuevas tecnologías que suponen costosas producciones, tal y como se comprobó en la semana de Brasil del MNCARS, donde ella ha llevado a los performances Michel Groissman y Beth Hoyses. La artista turca Nezaket Ekici, en su trabajo «Blind», recuerda el martirio de Santa Cecilia, condenada a morir emparedada. Nezaket se encierra dos horas en yeso y con martillo y cincel se libera, animando a reflexionar al espectador sobre sus propios esfuerzos en la vida.

MARTIRIO

La artista turca Nezaket Ekici, en su trabajo «Blind», recuerda el martirio de Santa Cecilia, condenada a morir emparedada. Nezaket se encierra dos horas en yeso y con martillo y cincel se libera después.

Los galeristas, satisfechos con las ventas

A los compradores de arte la crisis económica, real o no, no les afecta y por eso los galeristas presentes en ARCO están «entre contentos y muy satisfechos» con las ventas que han hecho, según han revelado algunos de los responsables de las 295 salas que exponen en esta edición. Aunque los datos oficiales se facilitarán hoy, la impresión de los galeristas es que esta feria ha ido muy bien. Algunas han tenido que reponer más de la mitad de las obras que colgaban en el stand, como es el caso de Distrito 4, en la que ayer piezas como la del colectivo Art&Lenguage, de 104.000 euros, mostraban ya el «punto rojo» de vendido. Guillermo de Osma, propietario de la galería del mismo nombre, expresaba su satisfacción por las ventas pero no tanto con la organización de la feria. «Pagamos una burrada por el espacio -220 euros por metro cuadrado- pero los servicios a los expositores son un desastre, empezando por el restaurante o las cafeterías, pocas y alejadas», indica este galerista, al que le parece «antipático» haber subido el precio de las entradas «porque solo repercute en el que viene, no en nosotros». Concha BARRIGÓS

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