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Inmigrantes mozambiqueños y zimbabuos huyen de los ataques racistas en Sudáfrica

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Miles de inmigrantes mozambiqueños y zimbabuos, aunque en menor medida también somalíes, etíopes y nigerianos, siguen huyendo de la ola de ataques xenófobos contra los extranjeros que comenzaron hace dos semanas en un suburbio de Johannesburgo, capital de Sudáfrica, y que se han cobrado ya la vida de al menos cincuenta personas y se ha saldado con 700 detenidos, 35.000 desplazados y miles de extranjeros que abandonan el país.

El Gobierno de Maputo ha señalado que 20.000 de sus ciudadanos han abandonado territorio sudafricano, por lo que las autoridades mozambiqueñas han establecido campamentos transitorios para ellos cerca de la capital, informó ayer la cadena británica BBC.

«Mamá, he regresado, pero lo he perdido todo», se lamenta Odete Pinho al llegar a la estación de Maputo desde la vecina Sudáfrica, de donde partió, como miles de sus conciudadanos, en un tren fletado por su Gobierno con un hatillo de ropa como único equipaje. En el andén, los repatriados muestran sus escasas posesiones, la s que han podido salvar en su huida, mientras algunos claman venganza contra los sudafricanos que viven en Mozambique.

Países vecinos

Los ciudadanos zimbabuos, los más afectados por las agresiones, buscan refugio también en otros países del sur del continente, ya que son más reacios a volver a Zimbabwe debido a la crisis político-económica sin precedentes en la que está sumido el país y a la violencia política desatada tras las elecciones del pasado 29 de marzo.

En el caso de los miles de zimbabuos que han huído de los ataques racistas en Sudáfrica, la directora de la federación internacional de Cruz Roja para el África austral, Françoise Le Goff, indicó que «al menos 5.500 zimbabuos están recibiendo asistencia en Mozambique, mientras que en Zambia nuestros equipos han advertido de la llegada de 25.000 zimbabuos, es decir, unas 5.000 familias».

Miles de personas, no así los zimbabuos que han optado por cambiar de destino en lugar de retornar, han decidido regresar a sus casas, y alrededor de 35.000 extranjeros se han visto desplazados de sus hogares y han intentado refugiarse en comisarías de policías, iglesias e instalaciones públicas.

En Ciudad del Cabo, las autoridades y varias organizaciones benéficas han puesto en marcha una campaña para alimentar y dar cobijo a los desplazados por la ola de muertes, violaciones y saqueos. Sólo en las afueras de esta ciudada, ya hay al menos 10.000 inmigrantes viviendo en campa- mentos improvisados.

El presidente sudafricano, Thabo Mbeki, calificó de «absoluta desgracia» la ola de ataques xenófobos, mientras que el presidente del gubernamental Congreso Nacional Africano (ANC), Jacob Zuma, urgió en Springs a poner fin a las agresiones racistas, explicando que la violencia no resuelve los problemas relacionados con la delincuencia, la pobreza o el desempleo, sino que los agrava.

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