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Sacrificios humanos en el altar de la Vieja Sión

Dabid LAZKANOITURBURU | Periodista

Dos semanas de bombardeos contra Gaza. Quince días de sacrificios humanos (cerca de un millar de muertos) en el altar de las próximas elecciones israelíes.

Con la vista puesta en el 10 de febrero, los escaños en la Knesset (Parlamento israelí) bailan en una balanza en la que el peso de la carne y la sangre palestina hace de contrapeso. Cuantos más muertos más votos. Cosas de la «democracia».

Más allá de coyunturas electorales, la actual masacre israelí en Gaza revela la eterna -por teológica- pulsión destructora del Estado de Israel.

Un Estado que surgió de las cenizas de los palestinos -y del mal cuerpo de los europeos- no puede seguir sobreviviendo si no es removiendo constantemente las brasas.

En estos 60 años ha cambiado el formato, el papel de algunos actores secundarios ha variado (Egipto, Irán..) y la televisión de plasma nos ofrece quirúrgicas panorámicas del horizonte en llamas de la Franja de Gaza. Pero todo sigue igual.

El cortoplacismo más cobarde puesto al servicio de una visión mesiánica a largo plazo (Eretz Israel).

Esa es, y no otra, la fuerza y la debilidad del proyecto israelí. Una eterna huida hacia adelante a costa del eterno sufrimiento del otro, del árabe. ¿La solución de los dos estados? Pura táctica para ganar tiempo. El día que el actual Estado de Israel reconozca un Estado palestino viable, sus días como proyecto sionista estarían contados. Ellos lo saben. Nosotros también.

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