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Cincuenta años de la mítica frase «Nadie es perfecto» de «Con faldas y a lo loco»

A pesar de su legendaria frase final, la comedia de Billy Wilder «Con faldas y a lo loco» sigue siendo, cincuenta años después de su estreno, un mecanismo perfecto nacido de un rodaje caótico.

GARA | MADRID

«Nadie es perfecto» era la frase que, creada a última hora y con titubeos por Billy Wilder y el guionista I.A.L. Diamond, cerraba una sucesión de elementos de combinación improbable -gángsters, travestis, romance, playa y jazz- que, sumada al talento de tres actores como Tony Curtis, Jack Lemmon y Marilyn Monroe, resultó infalible. Pero ese desenlace -espetado por Joe E. Brown a Jack Lemmon cuando desvela su identidad masculina- no habría tenido lugar si no fuera porque Monroe, que estaba embarazada, llegaba siempre tarde y contaba con su asesora de interpretación en el plató, hizo tan difícil el rodaje que Wilder y Diamond buscaron para ponerle fin una opción que no implicara su presencia.

Así nacía la escena que hizo historia y que se remataba a ritmo de tango y concluía una odisea que le hizo a Wilder pronunciar aquello de: «Mi psiquiatra me ha dicho que soy demasiado viejo y demasiado rico para volver a pasar por una experiencia similar». «Sabía que íbamos en pleno vuelo y que había un loco en el avión», decía el cineasta en referencia a la actriz -con la que ya había trabajado en «La tentación vive arriba» (1955)-. Cuando se acabó el rodaje, atacaría de nuevo: «Por primera vez puedo mirar de nuevo a mi esposa sin que me entren ganas de pegarle por el simple hecho de ser mujer». Sus caprichos, sus retrasos y su por entonces marido, Arthur Miller, no ponían las cosas fáciles. «Sus pechos están hechos de granito, pero su cerebro de queso suizo», metaforizaba el director de «El crepúsculo de los dioses» (1950).

Locura de rodaje

Rechazada por David O. Selznick, al final fue la Metro Goldwyn Mayer la que asumió el proyecto. No había muchas esperanzas puestas en esos dos músicos de pacotilla que, tras presenciar durante la Ley Seca la matanza del Día de San Valentín, tienen que enrolarse en una banda de mujeres. Pero el tono que Wilder y Diamond dieron a la farsa fue tan equilibrado dentro de sus excesos que consiguieron un clásico. Además, gracias a la contratación de Monroe, el tirón comercial estaba asegurado, por lo que Wilder pudo contar con dos actores por entonces desconocidos: Tony Curtis y Jack Lemmon. En Lemmon, Wilder encontró al cómplice con el que tendría la relación profesional más estable, ya que trabajarían juntos en seis películas más- «Lemmon tenía que ser actor. Dudo que hubiera podido hacer otra cosa, salvo tocar el piano en un prostíbulo», bromeaba Wilder-. Curtis, por su parte, parecía en un principio ser el bálsamo para Marilyn, pero es legendaria su afirmación de que, tras más de cuarenta tomas esperando a que consiguiera decir el diálogo correctamente, «besar a Marilyn fue como besar a Hitler»

Afortunadamente para todos, el público la recibió tan bien en los primeros pases antes del estreno (el 29 de marzo de 1959) que Wilder sólo tuvo que alargar algunas escenas debido a que las risas no dejaban oír los diálogos.

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