Objetivo cumplido. El Athletic acabó con la racha que le había llevado a sumar sólo dos puntos en las siete jornadas precedentes y zanjó con victoria la primera final de este mes de abril en el que espera repetir la remontada que ya realizó en la primera vuelta.

Cómo sumó esos tres puntos, ya es otra cuestión. Porque el Mallorca, aún cuando el encuentro se le puso muy cuesta arriba, fue claramente superior a su anfitrión durante casi todo el partido. Pero a los bermellones les faltó el acierto, siempre imprescindible, que acabó decantando el choque del lado rojiblanco. Viendo lo que sucedió sobre San Mamés, el 2-1 final no es fácil de digerir.

Y éso que la tarde ya había comenzado de forma prometedora. Difícilmente podía imaginar mejor escenario el Athletic, que prácticamente saltó con ventaja al campo. En la primera acción del partido, Koikili colgó un balón al área, el remate de Susaeta se encontró con la mano de Ayoze, Mejuto no lo dudó y Yeste menos aún. Sólo habían transcurrido tres minutos de partido y el penalti dejaba bien encarrilada el choque.

Los minutos posteriores no hicieron sino confirmar la impresión de que, como sucediera en la primera vuelta, el Athletic podía estar dando los primeros pasos de la reacción. Pero el equipo bilbaino se comportó como la gaseosa. En un cuarto de hora la chispa había desaparecido por completo.

Demérito local o mérito del Mallorca, que en cuanto pudo, se hizo con el balón y, de rebote, con el partido. Aunque hubo alguna opción al respiro con un par de contras, el primer tiempo acabó rozando el monólogo balear. Los mallorquines movían el balón como querían y, lo que es peor, lo colocaban en el área con relativa facilidad. Al menos en tres ocasiones rozó el gol Aritz Aduriz, a lo que hubo que añadir una falta de Arango que se marchó mirando de reojo al larguero, un remate de Varela que siguió el mismo camino o un cabezazo de Arango al que también le sobraron algunos centímetros.

De mal a peor

Lejos de mejorar, el encuentro empeoró tras el descanso. Para el Athletic, claro, porque su rival anduvo a sus anchas. De nuevo un par de contras pudieron ampliar la ventaja rojiblanca; dos espejismos dentro del desierto en el que parecían moverse los bilbainos y que se secó definitivamente -o eso parecía- a veinte minutos del final, cuando el Mallorca reestablecía el empate con un chupinazo de Jurado.

Y el Athletic sin ofrecer el más mínimo atisbo de reacción, pese a que Joaquín Caparrós había intentado refrescar el ataque, con la entrada de Gaizka Toquero, David López y Joseba del Olmo, en detrimento de Fernando Llorente -que no había pasado una buena noche y cuyo concurso en el encuentro llegó a peligrar-, Ion Vélez y Fran Yeste. Prácticamente habrían hecho falta otros ocho cambios para que mejorase la pinta que había cogido el partido casi desde su mismo inicio.

Pero el fútbol es imprevisible y ayer volvió a demostrarlo, para beneficio del Athletic. Con Germán Lux bajo palos por la lesión de Aouate y apenas siete minutos después, el Mallorca estuvo a punto de sentenciar el encuentro: sólo le separó del gol la cabeza de Andoni Iraola, que despejó sobre la misma línea de gol un cabezazo de Aduriz.

La guinda a la desesperación balear y a la alegría rojiblanca llegaban en el lapso de apenas medio minuto, con un gran servicio de David López por la derecha que Javi Martínez, siempre providencial, envió al fondo de las redes. Y poco faltó para que Joseba del Olmo repitiese en el último suspiro, pero el premio a los méritos del equipo ya era suficiente.