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Ensayo nuclear subterráneo y lanzamiento de misiles

Rechazo casi unánime ante el ensayo nuclear de Corea del Norte

La comunidad internacional se echó encima de Corea del Norte por llevar a cabo su segunda prueba nuclear desde 2006, que calificó de «exitosa». El resto de países le acusó de violar la resolución de la ONU.

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GARA | PYONGYANG

Corea del Norte desató ayer la ira de la comunidad internacional al llevar a cabo «con éxito» su segundo ensayo nuclear subterráneo y lanzar tres misiles de corto alcance para, presuntamente, expulsar de su espacio aéreo a aviones espía de Estados Unidos que sobrevolaban la zona de la prueba. El primer misil tierra-aire habría sido lanzado desde la localidad de Taepodong y los otros dos desde Wonsan.

Según la agencia estatal norcoreana KCNA, la prueba tuvo «un nivel superior en términos de poder explosivo y tecnología» a la realizada el 9 de octubre de 2006.

El Ministerio de Defensa ruso cifró entre 10 y 20 kilotones la potencia del artefacto nuclear, la misma que tenían las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos contra las ciudades japonesas de Nagasaki e Hiroshima.

Por contra, según la Organización para el Tratado de Prohibición de Ensayos Nucleares (CTBTO), su intensidad no superaría los 7 u 8 kilotones.

Se cree que la prueba tuvo lugar a 15 kilómetros de Kilju, en la provincia de Hamkyong. Es la misma zona en la que Pyongyang desarrolló su primer ensayo nuclear en 2006, que osciló entre los 5 y 15 kilotones.

A las 9.54, hora local, agencias sísmicas de Corea del Sur y Estados Unidos detectaron en Corea del Norte un temblor de 4,7 grados de magnitud en la escala de Ritcher. El Instituto Geológico estadounidense USGS situó el epicentro en las inmediaciones de Kilju, a 375 kilómetros al noroeste de la capital, Pyongyang.

En declaraciones a Al Jazeera, la geofísica Susan Potter, del Centro Nacional de Información Sísmica en Golden -Colorado-, explicó que «fue un movimiento de poca profundidad». Aún así, fue algo mayor que el registrado en 2006, de 4,3 grados.

Por su parte, la agencia surcoreana Yonhap informó del lanzamiento de tres misiles, que tendrían un alcance de 130 kilómetros, desde la base de Musudan-ri, no muy lejos de Kilju.

Hace una semana, Corea del Norte prohibió hasta el sábado la circulación de barcos en la costa de la ciudad de Kimchek, en la provincia de Hamkyong. El 29 de abril ya avisó de que «en los próximos meses» iba a realizar una segunda prueba atómica. Algunos medios japoneses especularon con que podría ser en julio. Para Pyongyang, esta prueba «contribuirá a la defensa de la soberanía del país, de la nación y del socialismo, y garantizará la paz y la seguridad de la Península de Corea».

Fuentes de la embajada norcoreana en Moscú advirtieron que están dispuestos a efectuar nuevos ensayos nucleares «si EEUU y sus aliados continúan con su política de intimidación» contra Corea del Norte.

Algunos analistas ven en este ensayo una demostración de fuerza de Kim Jong-il, que estaría preparando su sucesión. Según esta teoría, quiere entregar a su hijo menor, Kim Jong Un, un régimen poderoso a través de una transición fluida, para lo que necesita el apoyo del Ejército, que estaría satisfecho con el éxito del ensayo nuclear. Tal traspaso de poderes se produciría en 2012, coincidiendo con el centenario del nacimiento del fundador de la nación y padre del Querido Líder, Kim Il sung.

En el plano internacional, las reacciones en contra no se hicieron esperar. Su vecino más cercano, Corea del Sur, puso enseguida a sus tropas en estado de máxima alerta e intensificó las medidas de seguridad.

El mando conjunto del Estado Mayor pospuso una reunión de alto nivel y ordenó a los 400 generales que iban a participar en ella que regresen a sus puestos y se mantengan en alerta a lo largo de la semana. El Ministerio de Defensa, mientras, constituyó un equipo de «gestión de crisis» formado por los principales comandantes del Ejército.

Nada más confirmarse la realización de la prueba, el primer ministro japonés, Taro Asho, instó a la comunidad internacional a «responder unida» y pidió la convocatoria urgente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que se reunió ayer por la noche. Al igual que Seúl, calificó el ensayo como «una provocación inaceptable y un desafío», términos repetidos por la mayoría de países. Incluso China, país aliado de Corea del Norte, se pronunció «decididamente en contra» y lamentó que Pyongyang haya «ignorado la posición universal de la comunidad internacional».

Rusia, que también se ha mostrado receptivo a la hora de imponer nuevas sanciones al Gobierno norcoreano, interpretó la prueba como «una ruptura de la resolución 1.718».

Pese a ello, insistió en seguir con el diálogo a seis bandas -las dos Coreas, China, EEUU, Japón y Rusia- como «única solución» a la crisis.

 

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