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Maite Ubiria | Periodista

El general Salan y un «reality» militar por el 14 de julio

La República francesa se apresta a celebrar la fiesta patriótica del 14 de julio. El homenaje a una conquista de la libertad se enmascarará, un año más, tras una parafernalia militarista que dista mucho de hacer honor al evento histórico que señala el calendario.

El honor es, dicho sea de paso, un valor que se manipula a diario en un discurso militar que, por trasnochado que parezca, se reinventa en nuestros días.

De hecho, la Armada gala está en plena ofensiva mediática. Recientemente se apuntó el tanto de asociar la imagen del regimiento acuartelado en la capital labortana a la de un club que levanta pasiones en Baiona.

La ofensiva saltará este martes de la caserna a la pantalla, ya que France 2 nos propone ver, entre otros, al futbolista vasco Bixente Lizarazu acompañando a soldados de esas mismas fuerzas especiales que meses atrás perdieron a uno de sus miembros en Afganistán, y no precisamente cuando hacía deporte.

El honor, vocablo que pronuncia con frecuencia Sarkozy, era también una palabra predilecta en el discurso del sedicioso general Salan. Hombre fuerte en la Argelia ocupada, su nombre quedará asociado para siempre a las torturas sufridas por centenares de miles de argelinos. Salan desbordó los operativos del combate anti-revolucionario de altos mandos tan poco honorables como el general Massu o el coronel Trinquiet, para inculcar con ayuda de los electrodos su tesis del «enemigo político».

La ley de amnistía del 31 de julio de 1968 dejó sin derecho a la justicia a las víctimas de la deshonrosa guerra librada por la República que desfila en tricolor cada 14 de julio.

La tortura tiene historia, pero, lo que es más grave, lleva camino de no ser sólo historia. A uno de los detenidos en la última operación policial en Ipar Euskal Herria le amenazaron con hacerle probar la gégène, esa máquina maldita que nos devuelve a un período en el que Francia se cubría de deshonor a cada descarga aplicada en el inmenso calabozo de Argelia.

La Policía que actúa encapuchada, pone bolsas en la cabeza de los detenidos o se los lleva «de paseo» no ayuda precisamente a devolver al pasado al general que preconizaba el «uso de cualquier medio» para combatir a los «enemigos políticos».

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