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Raimundo Fitero

Exigencias del guión

E l reparto de la nueva etapa de «Cuéntame» se puede calificar como de extraordinario. La factura formal de la misma, excelente; los guiones son muy sólidos, pero la serie en su conjunto sigue siendo falaz. Las exigencias del guión nos colocan siempre ante una mirada histórica edulcorada, a favor del régimen, como si todo hubiera sido siempre de una misma manera, un fluir desde la más atroz dictadura al desembarco en la monarquía parlamentaria heredera y hereditaria. No ha habido, en la serie, la transición necesaria, el juego ideológico suficiente y se ha instalado en una visión posibilista de la historia que en muchos rasgos no tiene nada que ver con la realidad y sí con la propaganda de la monarquía española.

Digan lo que digan los demás, la serie mantiene una competitividad en Sofres realmente importante. Se trata de un nuevo fenómeno social y televisivo en el que las fidelidades son muchas y las ganas de encontrar unas píldoras que borren la memoria y establezca una sucesión de hechos absolutamente faltos del mínimo rigor se convierten en el mejor incentivo para su visionado. Sin contar con el reparto, que tiene muy alto nivel en cuanto a las posibilidades reales en el marco actoral actual.

La competitividad por las audiencias está convirtiendo la noche de los viernes en un espectáculo de máximos. El más difícil todavía, las confesiones más inverosímiles o las acciones más inusitadas. De madrugada, Aramís Fuster, esa señora que fue famosa, incluso muy famosa, con apariciones constantes en los programas más duros de la época donde triunfó la basura de lujo, se rapó la cabeza ante las cámaras. Exigencias del guión se llama a eso. El guión es un contrato, y en ese contrato, se estipula la cuota de espectáculo que debe aportar cada cual para cobrar sus emolumentos. Y ella, entre lágrimas, confesiones, arrepentimientos y delirios de amor lanzados a favor de su madre e hijo, cumplió con lo pactado. La vida del famoso errante es durísima. No solamente hay que encamarse con cualquiera para tener unos minutos en los platós y el papel couché, sino que hemos llegado a este tipo de autoagresión pública como manera de aparecer. Lamentable.

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