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«No me guardo ningún secreto porque quiero que la gente cocine como cocino yo»

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Angelita Alfaro | cocinera

La cocinera Angelita Alfaro empezó en 1991 a publicar libros en los que ha ido volcando su experiencia. «De cuchara y Tenedor. Sabores de Navarra» es su última aportación, editada por Txertoa, donde unas 400 recetas son testigo de la cocina tradicional transmitida de generación en generación.

Itziar AMESTOY | GASTEIZ

Aunque riojana de nacimiento, desde muy pequeña ha vivido en Iruñea. La pasión por los fogones es herencia de su madre. Cuenta que le encanta cocinar con productos de la tierra porque «saben a madre y saben a hogar». No le cuesta reconocer que el trabajo es lo que «mas felicidad» le ha reportado, después de sus «chiquillos». Su invitación es clara: «Que se compren el libro, que será un festín constante».

Desde 1991, ya van 19 años volcada en la divulgación de la cocina, ¿por qué tanto esfuerzo?

De entre todos, este ha sido un año de esfuerzo tremendo. He tenido muchísimas recompensas: dos de mis libros se han reeditado, he sacado precisamente a la luz los dos primeros. Por un lado, «Cocina navarra» y a petición del público han reeditado «Cocina de Angelita». Txertoa lo ha bordado, ha hecho una maravilla con «De cuchara y tenedor». La redición del primero ha sido por expresa petición del público. Decían las madres: «Es que se lo regale a mis hijos cuando se casaron y ahora quiero regalárselo a mis nietos». Son tan sencillos y tan fáciles que todo el mundo puede hacer sus recetas.

Y, ¿no se guarda algún secreto?

No me gustan los secretos. Cuando yo aprendo una receta si la gente supiera lo que me he gastado en una, comprarían los libros de rodillas. No me guardo nada porque cuando me enseñan me duele que me den la mitad de los ingredientes. Quiero que cuando la doy, darla tal cual la sé hacer yo. Quiero que la gente cocine lo que cocino yo y que le salga como me sale a mí. Incluso les saldrá mejor porque quizás pongan todavía más mimo. Hay gente que sabe más que yo, porque todavía estoy aprendiendo. Quiero que me dejen vivir un poco más para enseñar todo lo que vengo aprendiendo estos años.

Algún adelanto de nuevos proyectos...

En enero verá la luz un libro que es una joya auténtica sobre las verduras de Nafarroa. He hecho un trabajo impresionantemente hermoso sobre todas las verduras. ¡Hasta la lechuga de oreja de burra para mí tiene importancia!

¿De dónde le viene esta pasión por la cocina y por los productos de la tierra?

Me viene porque mi madre era cocinera. Siempre he estado detrás de todo el que cocinaba. Mis primeras receticas las tengo en unas libretas de esas amarillentas, iba apuntando las cosas que me llamaban la atención. Luego con 11 años estuve de canguro en una casa en la que había cocinero. Veía que hacía virguerías, y cuando tenía tiempo lo copiaba. En mi casa, no hemos pasado hambre porque mi madre con poco, hacía comida. El orden y la disciplina y el horario eran cuadriculados y eso se me ha quedado. Ahí está el arte de las personas, con pocos medios hacer grandes cosas, sabrosas y buenas.

¿Ha transmitido esa pasión a otras generaciones?

Sí, mis genes parecen que son así. Mi hijo pequeño, sin que nadie le haya enseñado, cocina como los ángeles. Tiene un salero y un arte que me deja atontada. Él siempre es el que me valora los platos, el que me dice que le ponga más de aquí o de allá. Y si hago la receta como él me ha dicho sale bien. Es cuando pienso que las cosas se llevan en la sangre.

Y luego están sus libros, programas...

Sí, por ejemplo, he disfrutado mucho en el Canal Cocina porque estoy segura que todos los postres, absolutamente todos, les van a salir en su casa. Odiaría el que alguien me dijera que no le sale algo. Modestia a parte, quiero decir que todo el mundo me dice que lo que ha hecho con mi libro la ha salido bordado.

¿Alguna anécdota curiosa?

Una me pasó con una chica recién casada. Me llamó y me dijo que había hecho calabaza con patata y que no le había salido como yo decía, que incluso era desagradable. Le pregunte qué había hecho, y me explicó que había comprado una rodaja gorda y la había puesto en la cazuela. Le pregunté: ¿tu te comes las naranjas con cascara? ¡La había echado con pepitas y con piel! Eso es una novatada, cuando la haya hecho 20 veces ya verás cómo no le pasa. También el otro día firmando libros vino una chica. Vio que estaba un poco ronca y al poco tiempo me apareció con un sobre de caramelos de menta. ¡Se lo agradezco muchísimo!

Cuando se sienta a la mesa y el cocinero es otra persona, ¿disfruta o su ojo experto le lleva la mirada a «yo lo hubiera hecho diferente» o «si le hubiera echado un poco más de...»?

De mi hijo, por ejemplo, no puedo decir nada porque lo hace mejor que yo. Pero sí que hay veces que ves que esa persona le podía haber echado otro ingrediente o un poco menos de aquí. Aun así, como te imaginas que como tú, lo ha hecho todo con el corazón, es un poco crudo decirlo. Nunca diré nada en la mesa, porque esa persona ha puesto todo su cariño.

Euskal Herria tiene grandes nombres de cocineros, pero sobresalen los hombres...

Siempre he sacado una conclusión. Todos los años, menos éste que he estado muy ocupada, me invitan Arzak y Berasategi. Esas cocinas son para tomarlas de rodillas. Incluso ellos me han dicho a mí que un banquete de esos es para tomarlo con un poco de devoción, como mirando que hay mucho arte. Pero para la comida de cada día, aquí están los puchericos de la Angelita Alfaro, que ésa sí que no falla porque los manjares todos los días también cansan.

 
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