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Anjel Ordóñez I Periodista

Cuento de Navidad

Al final no se presentaron. No tuvieron agallas. Los esperaba ansioso, dispuesto, con la escopeta cargada, los cartuchos por cajas y el cuchillo jamonero seis veces afilado. Alambre de espino adornando las ventanas, hojas de afeitar heridas por el óxido en los balcones y el suelo sembrado de chinchetas emponzoñadas con almíbar de melocotón seis años caducado. Tras la puerta, un armario ropero macizo, y tras el armario un perro callejero y rabioso, seis días en ayunas. Seis, seis, seis... todo encajaba. Nada había de fallar.

Pero no aparecieron. Los aguardaba de noche, porque de noche llegan, a traición, sin avisar, como esquivas sombras que se cuelan por las grietas, espectros que se filtran por las rendijas. Los esperaba escondido tras el sofá, apostado sobre un cojín, junto al fuego siempre vivo de la chimenea. El café en vena y palillos en los párpados, avisados los sentidos, los músculos en tensión, templados los tendones. Listo para repeler, rechazar, ahuyentar. Presto para la degollina, la carnicería, la escabechina. Una mezcla de odio y temor eriza mi cabello, un deseo de venganza alimenta mi helada, glacial paciencia.

Pero no aparecieron. Con las primeras luces del alba comencé a barruntarlo. Ya no vienen. Otro año más. Y con los primeros sonidos desperezados del día se confirmaron mis sospechas. Otro año. Me siento como el coyote acechando al correcaminos, con los ojos inyectados en sangre, con la baba huyendo entre los colmillos y con dos palmos de narices. Otro año más, y son ya muchos. Demasiados.

Empiezo a pensar que son realmente adivinos, que leen en las estrellas y descubren mis planes como si vieran mi mente. Presiento que de nada sirven mis desvelos, mi celo, que tendré que idear otra forma de empujarlos, incautos, a mi celada. Que habré de perfeccionar mi estrategia, pulir mis métodos, desarrollar otras tácticas. Hierve en el fuego de la decepción mi nuevo fracaso, y al calor de mi frustración sueño con un nuevo año, quizá el definitivo, el último de la era real, el de la liberación de los camellos y el triunfo del carbonero.

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