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La actividad sísmica en Nafarroa no prevé un temblor de más de 5 grados

El pasado día 15 se registró un temblor de 2.7 grados en la escala de Ritcher en suelo navarro, a 11 kilómetros de Iruñea, 11 de Atarrabia y 9 de Uharte. En teoría, por debajo del nivel de percepción humano. Ha sido el último, pero no el único, ya que pequeños sismos ocurren en Nafarroa de manera casi mensual. Euskal Herria en su conjunto es una zona de baja intensidad sísmica; a lo sumo, aquí un terremoto podría alcalzar los 5 grados, con apenas daños.

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Joseba VIVANCO |

«El mayor terremoto que se puede esperar en esta zona, con una probabilidad muy baja, puede estar en el orden de 5 grados en la escala de Richter». Así ha tranquilizado más de una vez el experto Miguel Angel Serna, del Instituto de Ingenierías Civil Tecnum del Campus Tecnológico de la Universidad de Navarra. ¿Qué sucedería? «En caso de que hubiera un terremoto de magnitud 5 e intensidad V, se sentiría en que los pequeños objetos se vuelcan y la gente dormida se despierta», aclara Virginia Hormaetxea, integrante de la junta directiva del Colegio de Geólogos del País Vasco. ¿Ha ocurrido alguna vez? Pues según los datos del Instituto Geológico español, sólo una. Fue el 27 de octubre de 1998, con epicentro en Lizarraga, y alcanzó los 5.2 grados en la escala Richter y el nivel V de intensidad. Y hablamos de datos estadísticos que abarcan desde 1853.

Hasta los 4.5 grados se han registrado algunos más, el último el 18 de setiembre de 2004, con su centro en Nagore y que incluso se dejó sentir hasta en pisos de los edificios más altos de la capital donostiarra. Numerosas casas en localidades navarras próximas a su localización, como Lizoain o Irurtzun, sufrieron grietas en su estructura. «En Nafarroa se han registrado muchos sismos de magnitudes entre 3 y 4, aunque en Araba y Gipuzkoa también hay entre 2.5 y 3.8», explica esta geóloga.

Pirineos y la falla de Iruñea

El territorio navarro es, dentro de los límites de Euskal Herria, el que, con diferencia, acumula el mayor número de movimientos telúricos. En el último milenio, más de setenta se han dejado sentir en las poblaciones más próximas a sus epicentros. Si se revisa de forma periódica la base de datos del citado Instituto geológico español (www.ign.es), seguro que se encuentra algún pequeño temblor en tierras navarras. El último, por ejemplo, fue el pasado día 15, de 2.7 grados, en teoría imperceptible para las personas. Tuvo su epicentro en Lizoain, un lugar donde ya están habituados a sentir de manera leve que, a veces, la tierra se mueve bajo sus pies.

Nafarroa es tierra de sismos, aunque prácticamente inapreciables. Pero cada pocos días nos podemos encontrar con que, quién sabe, quizá nuestro perro perciba uno de esos tenues movimientos -los seres humanos lo hacemos a partir de una escala de 3-4 grados-.

Dentro del mapa sismológico de la Península Ibérica, Nafarroa, Gipuzkoa y Araba son los territorios vascos incluidos en algún nivel de riesgo. La proximidad con los Pirineos tiene la culpa. La placa africana y la europea entran en colisión en una línea que discurre a través de la costa africana, Italia -el monte Cervino es una de las mugas entre ambas- y Turquía.

Son, precisamente, las áreas más próximas a ambos lados de la cordillera pirenánica las que más riesgo tienen de sufrir estos temblores. La otra zona que también suele «moverse» es la del entorno de Iruñea, por donde cruza una de las fallas que atraviesan Euskal Herria, que desde el sur de Nafarroa Beherea se introduce en Baztan, baja hasta Lekunberri e Irurtzun, y de ahí pasa a la Sakana.

Primer plan sísmico de la CAV

Dentro del mapa de riesgos sísmicos del Estado español, los territorios de Nafarroa y parte de Gipuzkoa y Araba están incluidos dentro de la denominada «zona segunda», es decir, con intensidades de terremotos potencialmente medias (no confundir magnitud -que indica la medida del tamaño de un terremoto y no cambia con la distancia al epicentro- con intensidad -que señala la forma en que ha sido sentido un terremoto y el grado de daño que ha causado en un determinado lugar-).

En el caso navarro, la actualización del Plan Territorial de Emergencias de Navarra en noviembre de 2008, recogió también la puesta al día del mapa de riesgo sísmico. Más novedosa fue la aprobación a principios de 2007 del primer Plan de Emergencia Sísmico de Euskadi, a cargo de Protección Civil .

Según este documento, la zona oriental de Gipuzkoa es la que ésta más expuesta a los terremotos, aunque sus efectos sólo provocarían «daños leves». Dicho plan considera «improbables» movimientos sísmicos de carácter destructivo en estos tres territorios vascos y contempla niveles de entre IV y VI de intensidad en una escala que llega hasta el nivel XII.

Ese estudio concluye que la mayor parte de la CAV queda englobada en los niveles IV y V y sólo la zona oriental de Gipuzkoa, que abarca desde Hondarribia hasta Zaldibia, incluyendo algunas pedanías de Donostia y Tolosa, entrarían en el citado nivel VI, considerado como «levemente dañino».

Un sismo de estas características sería sentido por la mayoría de la población dentro de los edificios y por muchos en el exterior, e incluso algunas personas podrían perder el equilibrio o asustarse. Asimismo, estima que podría producirse caída o rotura de objetos como vajillas, el desplazamiento de algunos muebles o incluso desprendimientos de cornisas o de otros elementos de fachadas. Para los niveles IV y V, los efectos serían aún menores.

En territorio guipuzcoano se han registrado cerca de treinta temblores de más de 2 grados Ritcher desde 1935. El de mayor magnitud fue el de 3.6 en Antzuola en 1978 y el de mayor intensidad -es decir, el que más se notó- alcanzó el nivel IV, en 1997, con epicentro en Zestoa.

En suelo alavés, el último, de 2.8 grados, fue en 2007 en Pobes y el de mayor magnitud, según los datos del Instituto Geográfico estatal, el de 1965 en el pueblo de Azilu, de 3.8 grados.

Por su parte, en Bizkaia, el único herrialde no incluido dentro del mapa sísmico del Estado español, hasta 3.2 grados alcanzó un temblor en Lanestosa en 1990. El último registrado fue en 2008, en Elantxobe, de tan sólo 1.1 grados. La mayor intensidad de un sismo se dio en Durango, de nivel IV, en 1915.

En Nafarroa, además del temblor de 2004, se recuerdan los de Aizoain y Lezaun, en 1996 y 1998, respectivamente, en torno a los 4 grados, sin olvidar el «agitado» año de 1982.

En base a toda estadística y las directrices sísmicas elaboradas por el Instituto Geológico, la delimitación de las zonas de más riesgos se ve reflejada en la norma estatal sismorresistente para la construcción de edificios. «Sólo los edificios situados en Donostialdea y Tolosaldea, en Gipuzkoa, y la mitad norte de Nafarroa se proyectan teniendo en cuenta el riesgo sísmico, que coincide con los mayores registros», aclara la geóloga Virginia Hormaetxea.

Daños económicos

Así las cosas, no parece nada probable que de entre los potenciales desastres naturales, el de un fuerte temblor de tierra deba preocuparnos por estas latitudes. Aun así, hay quien sí trata de evaluar, de poner costes a los daños que puedan originar esos otros sismos de menos fuerza, pero que resultan suficientes como para causar algunos desperfactos.

El Instituto Geológico y Minero español realizó en su día un estudio dirigido hacia las necesidades específicas del Consorcio de Compensación de Seguros, cuantificando las pérdidas económicas provocadas por este tipo de riesgo.

Según este documento, entre 1987 y 2001, las pérdidas en euros ocasionadas por movimientos sísmicos en la CAV se elevaron a 1,9 millones, mientras que en Nafarroa fueron de 1,8. El informe también estimaba esos daños económicos entre el periodo 2004 y 2033. Para la CAV, las pérdidas estimadas por sismos eran de 7,4 millones de euros, mientras que para Nafarroa se elevaban a 13,6.

Al sudeste peninsular le «toca» ya un gran sismo

«En España nunca pasaría lo de Haití». Así de tajante se muestra Luis Suárez, presidente del Colegio español de Geólogos. De acuerdo con la estadística histórica, el terremoto más importante registrado en suelo peninsular tuvo lugar en Torrevieja (Alicante) en 1829, con una magnitud 6.9 en la escala de Ritcher. Produjo 400 muertos, destruyó 290 casas y hubo varios meses con réplicas. Aunque el último gran seísmo se produjo el 25 de diciembre de 1884 en Arenas del Rey (Granada), con una magnitud entre 6.5 y 6.7, que supuso la muerte de casi 900 personas, 2.000 heridos y 1.000 casas destruidas. La estadística dice que hay un terremoto destructivo cada 60 años. En los últimos 600 se han producido 10 terremotos de gran magnitud en el Estado español. «Si tenemos en cuenta que el último fue el de Granada de 1884, nos encontramos en un momento el que podría haber un terremoto de magnitud próxima a 7 en un futuro no lejano», admite. El mayor índice se concentra en el sur y en el sureste peninsular.

Por lo que respecta al Estado francés, el área próxima a la cordillera pirenáica es la más susceptible, junto al límite de los Alpes con Italia. El último sismo destacable ocurrió en noviembre de 2006, de 4.8 grados, con epicentro al sureste de Lourdes, y que se llegó a sentir en Nafarroa, pero también en Catalunya. Un buen instrumento es la web del Centro Sismológico Euro-Mediterráneo (www.emsc-csem.org), donde un mapa nos detalla la actividad sísmica en ambos estados desde 1964. J.V.

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