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Jon Mintegiaga Oiarbide Autor del libro «El Filtro, Memorias de los refugiados vascos en Uruguay»

Ha muerto Garbiñe Arrieta

La solidaridad y el trabajo por el prójimo, junto a su desbordante energía, son algunos de los calificativos que podrían definir a Garbiñe. Mas siendo una mujer de fuerte carácter, realizaba todos sus actos con sencillez.

Hacerse monja le pareció la mejor opción para llevar a cabo sus convicciones e inquietudes. Ello la acercó hasta tierras americanas, hace ya varios decenios, donde se situó a ambos lados del Río de la Plata, primeramente en Argentina y después en Uruguay.

Y en Uruguay se encontró con una realidad nada lejana a su condición de ciudadana vasca. Como en tantos otros lugares, había refugiados vascos que hacían su vida en el paisito fuera del alcance de las garras del Estado español. Ella, como persona solidaria que era, no dudó en ofrecerles su aliento desde el primer momento, incluso en aquel duro periodo que abarcó desde la razia policial contra una treintena de refugiados vascos y sus amigos en mayo de 1992, cuyo punto álgido se alcanzó en la tristemente famosa masacre del Filtro aquel fatídico 24 de agosto de 1994.

Todos los años, en conmemoración y denuncia de aquellos hechos, una marcha recorre las calles de Montevideo. Garbiñe acudía anualmente a ellas acompañando a los refugiados que todavía residen por aquellas tierras una vez negadas sus extradiciones. Al igual que acompañaba a Norma Morroni, la madre que vio perder a su hijo Fernando en aquella negra jornada.

La figura de Garbiñe, como la de Norma, escapa a los convencionalismos. Es con su práctica diaria como demuestran su amor y quehacer por los oprimidos. Se distancian en forma de lo político y se acercan en la práctica a lo más puro de ella. ¡Cuánta diferencia respecto a tantos pedantes pseudorrevolucionarios de verborrea facilona que bajo soflamas grandilocuentes condenan y apuntan al perseguido político de antaño, al terrorista de ahora!

Pero sería injusto recordar a Garbiñe como una mera monja cercana a los refugiados vascos. Su labor iba más allá y su trabajo diario lo dedicaba a los más indefensos: mujeres con sida, pobres, necesitados de toda índole disfrutaban de su calor... su razón de ser era ayudar a los demás.

Junto a su recuerdo también nos acordamos de toda la gente que la rodeaba en Uruguay: Norma, los refugiados y todo su círculo de amigos. La imaginamos conversando, con alegría y simpatía, alrededor de una mesa con un buen asado amenizado con algo de vino y mejor compañía. Son ellos, junto a sus familiares de Euskal Herria, quienes más la echarán en falta.

Ha muerto Garbiñe, una persona sencilla y solidaria.

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