CRíTICA cine
«La vida privada de Pippa Lee»
Koldo LANDALUZE
En esta su cuarta experiencia detrás de la cámara, Rebecca Miller apuesta por una película amable y que se excede en sus pretendidas buenas intenciones. Basada en una novela escrita por la propia Miller, la trama nos adentra en las tribulaciones cotidianas de una mujer casada con un otoñal y prestigioso editor treinta años mayor que ella cuya rutina feliz y aparentemente equilibrada vida familiar se va erosionando día tras día. La protagonista asumirá entonces el reto de encontrar ese lugar en el mundo que le corresponde. Tal y como puede apreciarse, el hilo argumental no aporta nada nuevo ya que sigue la estela de multitud de producciones que, con mayor o menor fortuna, abordan la temática de la obligatoriedad de encontrarse uno a sí mismo en la jungla cotidiana que padecemos. Dicha búsqueda, en manos de la hija del prestigioso Arthur Miller, se transforma en un desequilibrado carrusel de emociones que, sin aparente orden, alterna la comedia y el drama. Salpicada de constantes flashbacks, “La vida privada de Pippa Lee” no consigue una conexión directa con el patio de butacas debido al desorden que manifiesta una trama muy pobremente hilvanada y en la que circulan sin cesar personajes demasiado episódicos que aportan muy poco a la historia. La gran beneficiada de la película es, sin duda alguna, una Robin Wright Penn que, en esta su madurez interpretativa, todavía no ha conseguido ese papel que la consagre definitivamente y que, en esta ocasión, ha sabido dotar de una gran luminosidad a un personaje pobremente desarrollado. Alrededor de ella circula un reparto consagrado y que tiene en las presencias del veterano Alan Arkin y del inmutable Keanu Reeves sus bazas más interesantes. El resto –Julianne Moore, Winona Ryder, Maria Bello y Monica Bellucci– se limitan a pasar de refilón por la vida trastocada de un personaje con la brújula emocional estropeada y al que le deseamos se reencuentre definitivamente.
