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IÑAKI LEKUONA | PERIODISTA

Un pirómano en campaña

El racismo es como una enfermedad aletargada que las sociedades, incluso las más sanas, pueden llegar a manifestar como una combustión espontánea. Lo más curioso es que, en la mayoría de los casos, los afectados niegan padecer la enfermedad y atribuyen la quemazón a otros factores. El yo-no-soy-racista-pero se convierte en una frase que escuda la realidad malsana que se esconde en nuestros genes. Y nadie está libre de pronunciarla. La derecha más reaccionaria lo sabe; por eso alienta la enfermedad al tiempo que presenta el remedio de nombre política de seguridad.

Gentes de viaje. Así se les llama en Francia a los grupos humanos, de etnia gitana o no, que no tienen un domicilio fijo y que viven en su mayoría del comercio ambulante. Al norte de los Pirineos, como en otros lugares de Europa, este pueblo carga en su mochila con los prejuicios que la sociedad les ha adjudicado a lo largo de la Historia. Esos prejuicios, que son nuestros, prenden con suma facilidad y son capaces de encender los ánimos más calmados. Y lo sabe el ministro del Interior, Brice Hortefeux, que ha alumbrado la polémica con la expulsión de varias comunidades rom llegadas desde la miseria de Europa Central. El incendio, descontrolado, se ha propagado por toda la República y alcanza no sólo a los gitanos centroeuropeos, sino también a esas gentes de viaje como las que abandonaron la pasada semana Angelu y que ahora acampan a las afueras de Burdeos.

Ellos son franceses, pero de otra clase, de los que infunden inquietud e inseguridad, como los inmigrantes. Y Nicolas Sarkozy lo sabe. Es un pirómano en campaña electoral capaz de calcinar los pocos valores que le queden a esta sociedad.

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