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Tradición y modernidad desfilaron en Bilbo para gozo de los pequeños

Gigantes y cabezudos por un lado, enormes hinchables marinos por otro... los más pequeños, sobre todo, estuvieron ayer de enhorabuena en Aste Nagusia bilbaina. Por la mañana siguieron las andanzas del pasacalles de toda la vida y por la tarde los más modernos, pero también entrañables, «Baly» o «Txangurro». Numeroso público siguió ambas comitivas, más espectacular la segunda, pero más cercana y participativa de cara a la gente la primera.
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Joseba VIVANCO |

Lo viejo, lo nuevo; la tradición, ¿el futuro? Ayer, el día después de la resaca del chupinazo, dos desfiles totalmente opuestos se «disputaban» el protagonismo por la Gran Vía bilbaina. La austera bajada -que no fue- del Gargantúa, ese tragalotodo que nació en 1853, frente al colorista y vanguardista desfile de la Ballena que ha cumplido sus primeros diez años de vida. Y el Ayuntamiento ha dejado clara cuál es su apuesta.

Sobre las 11.00, todo estaba dipuesto para la bajada -esta vez sólos- de los gigantes y kilikis hasta el Arenal. Las familias aprovechaban esos instantes para fotografiar a sus pequeños junto a El Aldeano o Pichichi. Luego, fue la cuadrilla de txistularis de Santutxu la que entonó los primeros acordes y puso en acción, el primero, a Don Terencio, encargado de abrir la comitiva. Cientos de personas, mayores y niños, secundaron a lo largo de la Gran Vía y hasta el Arenal a los bailones gigantes -cada uno pesa unos treinta kilos- y a unos cabezudos que más que pegar, saludaban, sin «meter» miedo a ningún pequeño, que es de lo que se trataba.

Tras los bailes en el Arenal, la kalejira se perdió por el Casco Viejo. Y del pasacalles donde los protagonistas que ocupan la calle son las familias, al Desfile de la Ballena a todo trapo, donde se mira desde las aceras.

Un espectáculo, eso sí, que volvió a concitar a miles de personas siguiendo las evoluciones de la familia marina de «Baly», el Pulpo, el Besugo y «Txangurro», o el novedoso submarino que se incorporaba este año.

Aunque el cielo amenazaba lluvia, aguantó, y con puntualidad desfilaron músicos, coros, animales marinos, criaturas oníricas... un desfile seguido por numeroso público, en donde la ballena lanzaba agua, el Pulpo confetis y la música volvió a jugar un importante papel, pero quienes más comunicaron con el público fueron los extraños personajes de la compañía Les Venusseurs, que lanzaban cintas y poblaban de color la calle. Un desfile en el que los sorprendieron los hinchables gigantes de la compañía Plasticiens Volants. Lo cierto es que el acto no defraudó, y ello a pesar de la rapidez con la que se desarrolló.

Gargantúa pobre, Ballena rica...

Once de la mañana en la plaza Moyua. Familias con niños, txistularis, gigantes, cabezudos... ¿y el Gargantúa? ¿Pero no es el primer domingo de Aste Nagusia la tradicional bajada del «comeniños» hasta el recinto festivo? Pues así era hasta este año. Así que los más pequeños, muy numerosos, tuvieron que conformarse sólo con seguir de cerca los bailes de la comparsa de gigantes. Porque si no había Gargantúa, tampoco el habitual carro tirado de bueyes que le acompañaba. «Habrá estado de juerga», sonreía un miembro de la comparsa. Pero por si fuera poca la «pobreza» de la comitiva, con los gigantes ya en el asfalto de la Gran Vía, los autobuses urbanos y camiones de limpieza seguían circulando, con la calle llena de familias. Un «mandado» del Ayuntamiento sudaba la gota gorda impidiendo un atropello, hasta que pasados cinco minutos apareció la Policía Municipal. Al preguntarle por la ausencia del Gargantúa, nos dirigió al responsable del evento. Su respuesta: «Nos es más rentable que a estas horas esté comiendo niños en el Txikigune que esté aquí». J.V

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