Maite SOROA
Nerviosos por una entrevista
En muchas ocasiones hay que leer las reacciones de la gente justo en el sentido contrario a sus pronunci- amientos. Es lo que sucede cuando algo les sorprende, les aturde, y balbucean una cantinela antigua. Como los viejos boxeadores sonados.
Algo así sucedió ayer cuando los voceros del unionismo hispano vieron que «The Wall Street Journal» daba voz a Arnaldo Otegi, al que ellos quisieran, además de preso, mudo.
Así, en «El País» imitaban al avestruz y, en lugar de hacerse eco de lo dicho por Otegi, se limitaban a hacerse eco de la reacción de Pérez Rubalcaba: «Rubalcaba avisa a ETA: `Una tregua permanente y verificable ya no vale'». Y se quedaban tan panchos.
En «El Correo Español» y «El Diario Vasco» dedicaban su principal editorial al tema y trataban de restar importancia al asunto porque «los portavoces de ETA y de la izquierda abertzale experimentan un engreimiento particular cuando hablan para medios extranjeros, porque recrean el conflicto y su propia relevancia en términos absolutamente alejados de la inexorable condena histórica que pende sobre su conducta». Que la derecha franquista hable de «condena histórica» parece un chiste. Malo, pero chiste.
Y qué decir de «Diario de Navarra», que se apresuraba a contestar que «la historia trágica del terror la han escrito en este país los terroristas, pero lo han hecho con la sangre de las víctimas inocentes». Tal vez se refiera a los más de tres mil fusilados en las cunetas de Nafarroa cuando los terroristas de Mola campaban a sus anchas.
En «Abc» tampoco debían de estar muy tranquilos, porque advertían a sus lectores que «las declaraciones del proetarra Arnaldo Otegi en `The Wall Street Journal' deben ser acogidas con total indiferencia». Para mí que les ha puesto nerviosos.
Y en «El Mundo» hablaban de la entrevista a Otegi «en un diario norteamericano», como si «The Wall Street Journal» fuera una gacetilla local de Arkansas. Se delatan así.
A los de «La Razón», que dicen no ver «ninguna novedad» en las palabras de Arnaldo Otegi, les angustiaba el asunto: «Lo preocupante es que un recluso proetarra pueda conceder entrevistas alegremente». Tienen pavor a la palabra.