ELKARRIZKETA | Diana J. Torres, artista multidisciplinar
«Mi vagina me ha salvado de muchas cosas malas»
Diana J. Torres (Madrid, 1981) es licenciada en Filología Hispánica por la Universitat de Barcelona y una artista multidisciplinar cuyas herramientas son la poesía -ha sido traducida al inglés y francés-, el vídeo y la pornografía/postpornografía. Desde el año 2006, su trabajo se centra sobre todo en el pornoterrorismo, movimiento que ha adquirido gran relevancia a través de la red (www.pornoterrorismo.com) y que ahora se concentra en la obra «Pornoterrorismo» (Txalaparta, 2011).
Koldo LANDALUZE | BILBO
«No pretendo elaborar otro discurso teórico sobre sexualidad, ya hay demasiadas personas escribiendo sobre cosas que para ellxs son solo ideas, conceptos, cosas que no laten o no chorrean». Estas son algunas de las palabras-bala que la artista y activista Diana J. Torres incluye en su arsenal titulado «Pornoterrorismo». Sonríe mientras se suceden los cigarros y, entre palabra y palabra, subraya su intención por perseverar en su empeño por dinamitar la doble moral de nuestra sociedad a golpe de vagina y poesía. La primera pregunta es inevitable.
¿Qué es el pornoterrorismo?
Es una manera de definir lo que hago. Con este término trato de explicar, por un lado, lo que hago a nivel artístico y mediante performances cuya base es la pornopoesía. Sobre el escenario recito mis poesías, respaldadas por imágenes pornográficas de todo tipo y otras gore, de contenido fuerte, que están relacionadas con el ámbito de la comunicación de masas. Pero, a lo que yo le doy mayor importancia en estas perfomances es a la acción de realizar prácticas sexuales en vivo. Con ellas quiero mostrar algunas prácticas que están un poco marginadas, como por ejemplo la eyaculación femenina, la penetración anal a hombres o el fisting vaginal. Con esta plasmación escénica quiero mostrar con total naturalidad unas prácticas que existen y que, además, pueden hacerse.
¿El sexo, como mecanismo dentro de las revoluciones sociales, siempre ha estado un poco marginado?
Nunca se ha producido una verdadera revolución sexual. Todas las que se han producido hasta la fecha han sido muy básicas e incompletas. Es como si te dijera que el feminismo se quedó en aquellos tiempos en los que se pedía el voto para las mujeres. Hasta la fecha, todas las revoluciones sexuales que se han desarrollado no han hecho más que repetir roles. Está claro que estos movimientos lograron asentar algunas bases, pero nunca se ha pretendido ir más allá y muchas formas de comunicación sexual se han convertido en una especie de tabúes. La verdadera revolución sexual está por llegar y tendrá su fundamento en la no represión de muchos tipos de prácticas que están siendo castradas por el poder político y la Iglesia.
¿Los hombres os hemos amaestrado o también vosotras os habéis autoamaestrado?
No lo sé. No puedo hablar desde una heteronorma, porque no me han criado de esa manera. No puedo dividir los géneros. No me gusta hablar en términos de hombres y mujeres y hoy en día, además, no tiene mucho sentido. El sistema es patriarcal, pero no desde unas directrices masculinas. Cuando me refiero al sistema patriarcal también aludo a muchas mujeres que no han dudado en respaldar un modelo de poder en el que, tanto el hombre como la mujer, lo padecen por igual. Es más, estoy convencida de que muchos hombres están tan deprimidos, o más, que las mujeres y dentro de los territorios de la sexualidad. La educación es bastante castradora para ambos géneros y para quienes se encuentran en la mitad, que son un sector muy amplio.
¿Su vagina es un arma cargada de futuro?
Por supuesto, claro que sí (ríe). Y con ello no me refiero simplemente a la natalidad. Mi vagina me ha salvado de muchas cosas malas. Y con el libro he querido tributar un merecido homenaje a esa salvación. Espero que con esta obra libere otras vaginas, otros anos... otros cuerpos.
En su libro ha imprimido un ritmo ágil desenfadado, cercano al cómic.
¡Me encantan los cómics! (ríe). No me lo habían dicho nunca pero, igual se me nota ¿no? Ese estilo responde a una necesidad: quería que el libro fuera accesible a todo el mundo. Me fastidia mucho que siempre se remitan a las discriminaciones por raza o géneros y no se hable de la discriminación intelectual. El hecho de que una persona no pueda recibir un mensaje porque no ha podido ir a la universidad, me parece brutal y clasista. Al igual que en los cómics, mis poesías o lo que publico en mi blog, cuentan con un lenguaje accesible y directo. No hay secreto ni dobles sentidos en lo que pretendo transmitir y mi intención es que el mensaje sea fácilmente asimilable por todo tipo de gente. La gente de base es la que cambia y subvierte las normas establecidas. Luego llega otro tipo de personas que se encargan de teorizar estas acciones.
En las páginas de «Pornoterrorismo» se cuelan infinidad de referencias y direcciones de internet. Una inevitable referencia a la censura en la Red.
Es terrible. Internet es un canal comunicativo básico. No estoy de acuerdo con quienes proclaman el cierre de Internet porque obedece al Poder. Yo soy más favorable a utilizar las armas del enemigo para hacerles frente. Es una herramienta que también está a nuestra disposición y debemos saber aprovecharla. Mis problemas con internet entran en el ámbito de lo sexual. ¿Un artista o activista como yo cómo puede difundir su trabajo? Si yo cuelgo un vídeo mío en Youtube, al minuto está fuera porque en él mostraba una teta. Algo tan absurdo como eso se considera prohibido. Por ese motivo, he tenido que buscar otro tipo fórmulas para poder difundir mi obra a través de la Red. Me han censurado en Blogger, Youtube, Facebook... Al final he tenido que utilizar páginas usando un servidor relativamente pirata para que a la Policía le cueste un poco más dar conmigo. Lo bueno de esta circunstancia es que si te censuran es algo bueno, porque eso quiere decir que le estás tocando las narices al poder, y eso, me satisface.
Está fuera del rebaño.
Es que me han sacado a patadas. Para mí, lo que yo hago, es muy normal. Al parecer, a mucha gente le parece todo lo contrario. En esta vida tienes dos opciones: asimilar lo que te dictan o bien amargarte o hacerles frente. Yo he optado por lo último.
Internet y la doble moral. Es posible ver vídeos de matanzas y se consideran prohibidas las escenas de sexo.
Es una hipocresía terrible. En Youtube retiraron mis vídeos -en ellos aparecía desnuda recitando unos poemas- y mantienen las escenas del ahorcamiento de Saddam Hussein. Yo no quitaría nada, soy anticensura. Tenemos el derecho a ver todo y que cada cual elija su opción. En los telediarios se muestran constantemente todo tipo de atrocidades pero, si de repente, se asoma una teta ya está la cuestión de los menores, etc., etc... Es repugnante.
Su despertar a la vida no fue muy agradable.
Mi despertar a la vida fue maravilloso... hasta los cinco años (ríe). Mis padres me criaron de una manera muy sabia, pero un poco irresponsable. Educaron a una niña imaginando que el mundo exterior era igual a lo que había en casa. Mis padres nunca me dijeron que no me tocara. En mi casa no había puertas, había cortinas de macarrones. No es que fomentaran el sexo, lo que ocurría es que nunca lo ocultaban. Nunca una pregunta se quedó sin respuesta. De repente, cuando chocas de frente con el colegio, descubres que no eres «Alicia en el País de las maravillas» y que estás rodeada de peque-zombies y profesores castrantes que intervienen tu cuerpo desde que eres una niña. Sí, mi caída al mundo fue bastante heavy y ha determinado lo que soy.
Una escena muy divertida de su libro es la presencia de sus padres en una perfomance. En ella nos advierte de esos miedos que le produjo esta situación y que tienen que ver con la educación.
En realidad, soy muy tonta (ríe). Era de esperar que mis padres estuvieran de acuerdo con lo que yo hago. Lo que ocurre es que, por culpa de esa maldita educación recibida por los profesores y buena parte de la sociedad, sentía cierto miedo y recelo. Mi padre, en cuanto me vio en pleno apogeo, eyaculando chorros, gritaba «¡Eres la ostia, hija!». Mi padre está un poco loco, es bipolar, y mi madre es más tranquila, muy zen. Ella me dijo: «Me gusta la puesta en escena, los poemas pero... nena... ¿eso de meterte un puño en el coño no será peligroso?». ¡Estaba preocupada por mi salud!
Me llama mucho la atención el tono cálido y amable que emplea al hablar y el contraste con sus perfomances. Sus palabras son duras, contundentes y se desarrollan en una escenografía penumbrosa, sacudida visual y sonoramente.¿Es una cuestión de ética o estética?
Básicamente es una cuestión de ética. Yo soy muy descuidada y muchas amigas mías que son «artistas» me dicen que tengo una estética «cutre y sucia». Para mí, en definitiva, estética y ética van muy unidos. Digamos que, a través de mi arte, canalizo mi discurso político. También incluyo la acción directa pero esa labor la desarrollo fuera de los escenarios.
Mientras leía el libro en el tren, muchas miradas se concentraban en la portada. En ella aparece una mujer desnuda, con el rostro oculto bajo un pasamontañas y esgrimiendo una granada.
(Ríe) Una amiga me dijo algo parecido. Viajaba de Madrid a Iruñea en el tren y frente a ella había una mujer leyendo unos evangelios. En un momento determinado, la señora le pidió al supervisor que le cambiara de asiento. Mi amiga iba monísima, pero la señora no podía apartar la mirada de la portada del libro y eso le escandalizaba.
¿Le gusta este tipo de reacciones?
¡Me encantan! ¡Eso es pornoterrorismo!