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Aitor Esnaola se sintió en comisaría como si hubiera fallecido 30 veces

Una vez más, la historia se repite. Cinco días de incomunicación, han dado paso a testimonios escalofriantes de torturas. Esta vez han sido Aitor Esnaola y Lander Etxeberria quienes han denunciado todo un abanico de métodos salvajes. Si el testimonio de Esnaola recogido por los abogados el sábado y publicado por este diario ya era brutal, ayer se desvelaron más detalles.

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J. ARRONDO |

Tras su paso por el despacho del magistrado Fernando Grande-Marlaska, Aitor Esnaola y Lander Etxeberria ingresaron el sábado por la tarde en la prisión madrileña de Soto del Real. En los mismos calabozos de la Audiencia Nacional española la abogada Onintza Ostolaza pudo estar escasos minutos con ellos, lo que dio la posibilidad de conocer el relato de Esnaola y alguna pincelada de lo vivido por Etxeberria. Aun así, ayer Ostolaza y el letrado Aiert Larrarte los visitaron por la mañana ya en prisión.

Lander Etxeberria, que fue arrestado el jueves por la tarde, relató a la abogada que su paso por la comisaría de la Guardia Civil «ha sido muy duro». Etxeberria destacó dos interrogatorios de entre cuatro o seis horas, la primera el viernes por la mañana y la segunda por la noche. Relató que en esa primera sesión fue desnudado y obligado a colocarse en diferentes posturas tras lo cual sufrió amagos de violación con un palo, todo ello con los ojos tapados. Asimismo, contó que comenzaron las amenazas hacia familiares, con aplicarle «la bolsa» e incluso llenaron una bañera delante de él para presionarlo. El vecino de Villabona recuerda que todavía fue «mas dura» la segunda sesión, cuando le aplicaron «la bolsa» constantemente. Según denunció ante su letrada, cuando comenzó a desplomarse por la falta de oxígeno lo enrollaron en gomaespuma y siguieron con la misma práctica. Contó que diferenció cómo dos grupos de tres o cuatro guardias civiles se turnaban en cada sesión. Ante Grande-Marlaska, Etxeberria no se atrevió a denunciarlo, creía que podía volver a comisaría.

«A la vuelta vino lo peor»

Una vez en prisión, Aitor Esnaola pudo hablar con más tranquilidad y más tiempo con el abogado Aiert Larrarte, por lo que pudo profundizar en su denuncia. En un principio Esnaola no recordaba cuándo y cómo había sucedido cada cosa, qué había dicho o visto. Aun así, con la ayuda del abogado pudo poner cada recuerdo de la tormenta que vivió en comisaría en su sitio. Según el relato de Esnaola, una vez en dependencias policiales, «desde el minuto cero» fue desnudado y empapado con agua, para después colocarle dos pinzas en los testículos y en el tobillo sin llegarle a aplicar descargas. En poco tiempo, con las pinzas colocadas vio cómo llenaban una bañera y además, al mismo tiempo le comenzaron a colocar «la bolsa». Denunció que a los cinco minutos de llegar le ataron y le pusieron «la bolsa», apretando constantemente, lo que provocó que desde un primer momento se quedara sin poder ponerse de pie, ni hablar, ni sujetar un baso de agua. Esnaola manifestó que tras dos o tres sesiones similares hizo la declaración y que fue llevado a Legorreta después de otras dos o tres sesiones. Le hicieron creer que una vez registrado su caserío y descubiertos los zulos ya lo iban a dejar tranquilo, pero al volver a Madrid «comenzó lo peor».

Explicó que tuvo la bolsa en todo momento en la cabeza, lo que le provocaba que se orinara y defecara encima. Esnaola confiaba en que podría aguantar el dolor físico, pero «lo de la bolsa fue increíble». Además de este método, sufrió golpes constantes y presiones sicológicas brutales. Tal fue la magnitud de lo sufrido que se sintió como si hubiera fallecido treinta veces.

Esnaola notaba que había «mucha gente» en comisaría, escuchaba a su hermano y en un momento le llegó a parecer que estaba viendo a sus dos sobrinos pequeños, aunque era consciente de «cómo funcionan» y que no podía ser real. Una vez en prisión, Etxeberria y Esnaola han podido hablar entre ellos y ver con un poco más de distancia lo vivido.

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