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«Blackthorn»: la leyenda boliviana del forajido Butch Cassidy

El próximo mes de julio se estrena en nuestras pantallas «Blackthorn (Sin destino)», un western dirigido por Mateo Gil («Nadie conoce a nadie») y protagonizado por Sam Sheppard cuya trama incide en la leyenda que rodeó al célebre forajido estadounidense Butch Cassidy.

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Koldo LANDALUZE

En los últimos años, el western se ha convertido en un género abonado para un cine de autor que reivindica unos arquetipos que, si bien pueden ser alterados estilísticamente, funcionan dentro de unas coordenadas muy definidas. Casos recientes como «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford», dirigido por Andrew Dominik; «Appaloosa», de Ed Harris; «El tren de la 3:15», de James Mangold; o «Valor de Ley» de los hermanos Joel y Ethan Coen, demuestran que el western sigue siendo un territorio fértil y abonado para autores con inquietudes y que tienden a legar su sello personal en un género que se resiste a desaparecer y que alcanzará una de sus cotas más interesantes con la inminente relectura del Spaguetti-Western que llevará a cabo un Quentin Tarantino que siempre ha declarado su pasión por el cine de Sergio Leone. El habitual colaborador y guionista de Alejandro Amenábar, Mateo Gil, también ha querido experimentar en los territorios salvajes del género en su segunda experiencia como director de largometrajes: «Blackthorn», un filme crepuscular basado en los últimos días del legendario forajido Butch Cassidy.

Al igual que las bandas que formaron los hermanos Jesse y Frank James junto con los hermanos Younger y Miller y la partida integrada por los no menos célebres hermanos Dalton, el llamado «Grupo Salvaje» que lideró Robert Leroy Parker -alias Butch Cassidy- figura entre las más conocidas de la historia del Salvaje Oeste. Nacido en las cercanías de Circleville -Utah- en 1866 y en el seno de una estricta familia mormona, el joven Parker dio muestras a muy temprana edad que su modelo de vida distaba mucho de ser espiritual. Por ese motivo, y seducido por los encantos del peligro y la apropiación de lo ajeno, se asoció a un cowboy errante llamado Mike Cassidy que le introdujo en el oficio del robo de caballos. Con el paso de los años Robert Leroy Parker adoptaría el apellido de su mentor y pasaría a ser conocido como Butch Cassidy.

Poco a poco, el forajido amplió sus horizontes y se decantó por el atraco de bancos, diligencias y ferrocarriles y, al contrario de muchos de sus compañeros de oficio, nunca se llegó a confirmar que hubiera matado a nadie. Su eclosión llegó cuando, cumplida una condena en Wyoming en el año 1896, dirigió su rumbo hacia Brown´s Hole y asentó su base de operaciones en la mítica Hole in the Wall, una región vasta y pintoresca situada al sudeste de las montañas Big Horn, en Wyoming. En este escenario, compuesto por una sección de pared vertical e impenetrable para hombres y caballos salvo un abrupto desfiladero en forma de V, Cassidy se asoció a varios «fuera de la ley» que encontraron en Hole in the Wall un refugio perfecto. Junto con George Big Nose Curry, Harry The Sundance Kid Longabaugh, Benjamin The Tall Texan Kilpatrick, Harry Tracy y Harvey Kid Curry Logan, formó el célebre «Grupo Salvaje» y sus hazañas no tardaron en llamar la atención de los medios de comunicación y de la implacable agencia de detectives Pinkerton.

Los integrantes del «Grupo salvaje» no tardaron en cerciorarse que sus días de gloria finalizaban, su modelo libre y salvaje chocaba frontalmente con los avances tecnológicos y la modernización de los sistemas telegráficos y telefónicos que erosionaron gradualmente sus rutas de evasión. En el año 1901 la banda ya se había disuelto y Butch Cassidy, en compañía de su fiel amigo Sundance Kid y la compañera sentimental de éste, Etta Place, decidieron abandonar los Estados Unidos. Según cuentan las crónicas, el trío huyó a Gran Bretaña y después se trasladó a Brasil, en la frontera lindante con Chile.

Ya sin la compañía de Etta Place, los dos forajidos estadounidenses volvieron a demostrar su talento en Bolivia asaltando diversos bancos de las compañías mineras. En 1911, rodeados por tropas del ejército, Butch Cassidy y Sundance Kid fueron acribillados a balazos en una emboscada que se desarrolló en una olvidada localidad boliviana.

A partir de ese instante, la leyenda de Cassidy se agrandó y, según unas declaraciones de su hermana, el forajido logró escapar de esta emboscada y regresó a su hogar natal donde permaneció oculto hasta su muerte. Otra afirmación nos descubre que cambió su nombre por el de William K. Phillips y murió en 1937 en Spokane, Washington. Las especulaciones se dispararon, definitivamente, cuando, en el año 1993, los restos de Sundance Kid y Butch Cassidy fueron enviados a los Estados Unidos para hacer un estudio forense que dictaminó que aquellos huesos no pertenecían a los dos forajidos. Incluso el autor de cómics Hugo Pratt especuló sobre la hipótesis de que Cassidy había sobrevivido a la emboscada de Bolivia y fijó un encuentro en Buenos Aires entre su más célebre creación -Corto Maltés- y el forajido yanki en su obra «Tango.... y todo a media luz».

El medio cinematográfico tampoco fue ajeno a las andanzas de Butch Cassidy y Sundance Kid, por lo que, el carácter afable y divertido de esta singular pareja de desperados, propició uno de los encuentros estelares más celebrados de la historia del cine en la película de 1969 «Dos hombres y un destino». Dirigida por George Roy Hill y protagonizada por Paul Newman (Butch Cassidy) y Robert Redford (Sundance Kid), esta realización relata en clave amena sus peripecias delictivas al compás de una impagable banda sonora compuesta por Burt Bacharach que incluía la inolvidable canción «Raindrops keep fallin' on my head». En su segunda experiencia como cineasta, Mateo Gil ha querido incidir en la leyenda que generó la posible huida de Cassidy y ha rodado un western crepuscular que nos muestra a un forajido otoñal que oculta su identidad bajo el nombre de Jack Blackthorn. Refugiado en los valles tropicales de Bolivia, el protagonista recibe la visita de un ingeniero de minas de origen español que ha decidido reiniciar su vida como ladrón de bancos.

Uno de los elementos más destacados de esta producción cuyo costo -4,8 millones de euros- se sitúa a años luz de las cifras que se mueven en Hollywood, es la presencia en el reparto de Sam Sheppard, un actor dotado de una fuerte personalidad y carisma y cuyo físico se amolda a la perfección al rol de un Butch Cassidy otoñal. En un rol secundario, a Eduardo Noriega -protagonista en la primera película de Gil- le ha correspondido meterse en la piel del ingeniero de minas seducido por la vida al margen de la ley y el irlandés Stephen Rea da vida al perro de presa encargado de seguir la pista de los bandidos.

Tal y como ha declarado recientemente Gil, «al público actual le apetece ver más una película de marcianos que una del Oeste», lo cual no significa que el cineasta haya eludido el reto que suponía rodar un proyecto de estas características. Conocido sobre todo por su faceta de guionista y colaborador de Alejandro Amenábar en películas como «Tesis» (1996), «Abre o los ojos» (1997), «Mar adentro» (2004) o «Ágora» (2009), Mateo Gil ha querido rendir un homenaje a un género que le apasiona: «En el western, al igual que ocurre en otros géneros como el de terror o suspense, todo funciona dentro de unas directrices muy determinadas y con `Blackthorn' he intentado superar las dificultades que suponían amoldarme a unos códigos muy bien definidos para evitar que el conjunto chirriase». Sustentada en una cuidada fotografía del prestigioso Juan Ruiz Anchía, «Blackthorn» nos redescubre un modelo vital que se resiste a desaparecer y brinda la oportunidad a una leyenda para que emprenda su última y definitiva cabalgada.

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