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Un toque vasco en la gran pantalla

Dejando a un lado la habitual escenografía sanferminera que, con muy desigual fortuna, ha sido recreada en la gran pantalla, merece la pena visitar los paisajes y personajes de una Euskal Herria transformada en set de rodaje por obra y gracia de Hollywood. He aquí algunas muestras relacionadas con lo vasco en el cine.

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Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

La omnipresencia de Groucho Marx -espíritu báquico de la comparsa Txomin Barullo- en el entorno festivo de la Aste Nagusia bilbotarra no es el único nexo de unión que los vascos compartimos con los geniales Hermanos Marx. Antes de que el cine aprendiera a hablar, en el año 1925, el más silente de los Marx, Harpo, lucía una flamante txapela en su segunda experiencia cinematográfica, titulada «Too Many Kisses».

Dirigida por Paul Sloane, esta comedia gira en torno a las tribulaciones del hijo de un magnate neoyorquino que, insaciable en su acoso constante a las mujeres, será desterrado a una pequeña aldea vasca por su padre con la excusa de que debe encontrar un mineral de valor incalculable. El joven libertino encontrará la horma de su zapato en cuanto descubra que las vascas no están por la labor de acostarse con él, ni con ningún otro que no sea vasco. En esta película protagonizada por Richard Dix, Harpo realizaba un breve rol secundario -apenas cuenta con dos líneas de diálogo impresas en un rótulo-, pero suficiente para demostrar su carácter eminentemente vasco luciendo con soltura la txapela y propinando una soberana bofetada al villano de la función.

En el transcurso de su destierro hollywoodense, el gran Orson Welles se dejó ver por nuestra escenografía en varias ocasiones. Integrado en «Around the World with Orson Welles» -una miniserie de documentales que rodó en el año 55 para la BBC británica-, se incluye un episodio dedicado a la tierra de los vascos en el que el autor de «Ciudadano Kane» aportaba su visión del lugar y entrevistaba a algunos nativos. Diez años más tarde, el cineasta regresó para rodar en Lekunberri, Lesaka y el valle de Larraun las escenas que aparecen en su película «Campanadas a medianoche». Alojado en el Hotel Ayestarán de Lekunberri, lugar elegido también por Ernest Hemingway para pernoctar durante su peregrinación a los sanfermines, Welles repasó los diálogos shakesperianos de su personaje Falstaff.

Mucho más multitudinario resultó el desembarco hollywoodense que llevó a cabo en Nafarroa el realizador Franklin J. Schaffner cuando ordenó que desfilara por la sierra de Urbasa la división blindada del VII ejército estadounidense que aparecía en la superproducción bélica «Patton» (1969). Esta no fue la primera ocasión que la sierra de Urbasa prestaba su fisonomía a un conflicto de la Segunda Guerra Mundial. En el año 65, estos mismos paisajes sirvieron para recrear la cruenta y determinante batalla que enfrentó a aliados y alemanes en los bosques y montañas de Bélgica entre el 16 de diciembre 1944 y el 25 de enero de 1945. Dirigida por Ken Annakin, «La batalla de las Ardenas» contó en su reparto con actores tan prestigiosos como Henry Fonda, Robert Shaw y Robert Ryan.

Sin movernos un solo milímetro de Urbasa, pero viajando a través del tiempo hasta el siglo XVII, topamos con las campañas que el Lord Protector Oliver Cromwell llevó a cabo contra Irlanda y Escocia. Dirigido en 1970 por Kenneth Hughes, «Cromwell» es un ambicioso biopic que fija su interés en el polémico y fanático seguidor religioso del cristianismo protestante que lideró la revuelta contra el monarca inglés Carlos I. Los actores Richard Harris (Cromwell) y Alec Guinnes (Carlos I) interpretaron los roles protagonistas.

Durante la guerra que los españoles emprendieron contra Napoleón, Cary Grant, Frank Sinatra y Sophia Loren también pasearon por esta sierra navarra transportando un gran cañón en la película de Stanley Kramer «Orgullo y pasión» (1957) y las murallas del Cerco de Artajona fueron testigo de la última aventura del legendario arquero Robin Hood. En el año 76, Richard Lester contó con el protagonismo de Sean Connery y Audrey Hepburn en su poético relato crepuscular «Robin y Marian», un filme romántico en el que Connery prestó su poderosa presencia a un desencantado y crepuscular Robin de Locksley. A Connery también podemos vincularlo con «lo vasco» si nos fijamos en una escena que aparece en la película «James Bond contra Goldfinger» (Guy Hamilton, 1964): detrás del infalible agente secreto, engalanado con esmoquin blanco, se puede ver un cartel donde se lee «Euzkadi».

Siguiendo con la saga 007, mucho más relevante fue la presencia de nuestra escenografía en «El mundo nunca es suficiente» (Michael Apted, 1999) cuando Pierce Brosnan eludía a unos ertzainas y se descolgaba desde un piso lindante al Guggenheim bilbaino o, en el mismo filme, huía de los rusos a través de unos paisajes sospechosamente similares a las Bardenas. En el año 72, Fred Zinnemann adaptaba para la gran pantalla el best seller de Frederick Forsyth «Chacal» y, entre los pasajes filmados en los que Edward Fox llevaba a cabo una excelente interpretación del letal asesino a sueldo contratado por la O.A.S. para eliminar al general DeGaulle, se colaban diversas localizaciones de Ipar Euskal Herria. Curiosamente, en el remake de este filme («The Jackal», 1997) dirigido por Michael Caton-Jones, el personaje encarnado por Richard Gere fue en el pasado un miembro del IRA que había compartido una relación sentimental con una activista vasca llamada Isabella Fanconia (Mathilda May).

De tinte diametralmente opuesto es la ideología que esgrime el personaje que interpretó Anthony Quinn en la película «Mando perdido (Los centuriones)». En ella Quinn luce las condecoraciones de Pierre Raspegury, un oficial nacido en una localidad montañosa de Ipar Euskal Herria que, tras la debacle que el Ejército francés padeció en Vietnam, encontrará un nuevo motivo para recuperar su prestigio perdido participando en el conflicto de Argelia. Basada en la novela «Los centuriones», de Jean Latérguy, esta producción estadounidense del año 66 fue dirigida por Mark Robson y co-protagonizada por Alain Delon y George Segal.

La extrema relación amor-odio que compartieron el cineasta Werner Herzog y Klaus Kinski, alcanzó uno de sus mayores logros creativos con «Aguirre, la cólera de Dios» (1972), una fascinante e hipnótica película basada libremente en la aventura real que llevó a cabo Lope de Aguirre cuando, en mitad de la selva amazónica, dejó a un lado la quimera de El Dorado para declarar la guerra al monarca Felipe II.

En «La venganza» (1984), el carismático Terence Stamp da vida a un otrora delincuente reconvertido en delator que, bajo otra identidad, reside en una localidad de Euskal Herria. El excelente reparto de este sólido thriller británico incluye además a John Hurt y Tim Roth y la dirección corrió a cargo del prestigioso Stephen Frears.

El genio de Calanda, Luis Buñuel, utilizó varias localidades de Ipar Euskal Herria como telón de fondo al singular viaje iniciático que comparten dos urbanitas parisinos que pretenden realizar el Camino de Santiago en la película «La vía láctea» (1968). Paul Frankeur y Laurent Terzieff fueron los protagonistas de este retablo ácrata por el cual desfilaron el marqués de Sade, la virgen María, una monja crucificada o el mismísimo Jesucristo.

Antes de embarcarse en su incierto viaje hacia un penal de la Guayana francesa, Henri Charrière y la columna de reclusos de la que forma parte, recorren una localidad costera ante la atenta mirada de sus habitantes. Steve McQueen y Dustin Hoffman lucen los mismos atuendos grisáceos de aquellos presos que, petate al hombro y mirada cabizbaja, parten hacia la Isla del Diablo. Esta escena inicial de «Papillón» (Franklin J. Schaffner, 1973) se rodó en las calles de Hondarribia. También Danny Kaye y Curt Jurgens interpretan a dos reclusos que, durante la invasión alemana de Polonia deben dejar a un lado sus diferencias -uno es judío y el otro militar- para compartir una huida que les llevará a Donibane Lohizune. Peter Glenville firma esta película del 58 titulada «Yo y el coronel» cuyo epílogo se desarrolla por completo en Ipar Euskal Herria.

El justiciero «El Zorro» abandonó los territorios de California para lucir su máscara en las calles de Iruñea en la película dirigida por Piero Pierotti «Zorro marchese di Navarra» («Zorro contra el imperio de Napoleón», 1969) y ya que estamos en esta escenografía, referencia obligada a una de las múltiples películas que se desarrollan en el entorno festivo sanferminero: «Fiesta». Dirigida en el año 1930 por Henry King, esta adaptación de la novela de Ernest Hemingway recrea en el bullicio sanferminero el desencuentro de un grupo humano con la brújula existencial y emocional averiada. Tyrone Power, Ava Gardner y Errol Flynn conforman el trío de seres marcados que gravita alrededor de un paisaje desencantado. Tal y como suele ocurrir en otras ocasiones, las calles festivas de Iruñea se recrearon en localidades mexicanas y, cuando Hemingway se enteró de que las escenas de los encierros se habían filmado en Morelia, su enfado provocó que la productora trasladara a Iruñea una segunda unidad de rodaje para grabar in situ algunas imágenes documentales que posteriormente fueron insertadas en el metraje.

Para finalizar, nada mejor que embarcarnos en el Titanic y descubrir entre su pasaje a una familia que responde al nombre de Uzkudun. Por obra y gracia de los dobladores españoles, este matrimonio vasco, lejos de hablar en euskara, se comunica mediante un galimatías imposible. En la versión original de esta película -«El hundimiento del Titanic» (Jean Negulesco, 1953)-, la familia habla en perfecto euskara con acento de Ipar Euskal Herria. Cosas del cine.

 
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