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Antonio ALVAREZ-SOLIS | Periodista

La destrucción

Me sangra que gentes honestas como los vascos que acaban de ser condenados por la Audiencia Nacional, gente profundamente leal a la paz, y a los que profeso respeto y adhesión por su lucha en pro de la democracia, hayan de continuar -o regresar- en la cárcel con duras penas de prisión sobre sus espaldas. Pero ese sentimiento doloroso es incluso poco relevante en mí si lo comparo con la tristeza profunda que me suscita la destrucción del Derecho que se hace en la sentencia. Me duele que un organismo como la Audiencia Nacional, nacido de la raíz venenosa del Tribunal de Orden Público, que manejó el Genocida para revestir con la toga su afán de crimen, constituya el semáforo de la democracia. En ese tribunal han muerto todas las garantías que sólo podían administrar con eficacia los jueces naturales, atados a la íntima esencia del pueblo en que juzgaban.

En la sentencia que pretende destacar la criminalidad de Otegi o de Diez, a los que rindo homenaje por el esfuerzo que están haciendo para finalizar la guerra del norte, hay una frase que ha azotado mi razón clásica como un golpe propinado con garrote serrano. A propósito de una entrevista en que representantes de ETA mostraron su acogimiento a los propósitos de paz, esto es, al rechazo absoluto de todas las violencias expresado por los ahora condenados, dice textualmente la sentencia: Se evidencia «con ello la coincidencia de posiciones entre ETA y la Izquierda Abertzale, representada por los acusados». Es decir, primero algo tan rechazable como la creación del delito por inducción y, luego, la condena por deducción de lo inducido. Todo esto es monstruoso jurídica y moralmente hablando. Hablaremos más de la frase.

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