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DERRIBO DEL EDIFICIO QUE ALBERGABA A KUKUTZA III

La reivindicación vecinal es reprimida por la Ertzaintza

Una gran excavadora derribó ayer el edificio que albergaba a Kukutza III en un barrio de Errekalde tomado por la Ertzaintza, que se empleó durante unas horas con una violencia extrema para impedir cualquier muestra de apoyo al gaztetxe. Decenas de heridos y detenidos en un barrio en estado de sitio, donde la reivindicación vecinal fue reprimida con dureza.

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Agustín GOIKOETXEA | BILBO

Errekalde, Bilbo, recordará muchos años lo vivido ayer en sus calles durante la tarde y la noche, con unas fuerzas policiales desbocadas en el empleo de la violencia. El llamamiento a que los responsables institucionales pusieran freno a la actuación de la Ertzaintza no fueron escuchados y los vecinos padecieron durante horas un estado de sitio difícil de olvidar para quienes lo sufrieron y vieron cómo sus derechos eran pisoteados.

La tormenta se desató a partir de las 17.00, aunque Errekalde estaba tomado por la Policía a las órdenes de Rodolfo Ares desde la madrugada del miércoles. Al mediodía, a pocos metros del edificio de Kukutza III, un centenar de creadores ofrecía una rueda de prensa para clamar por la supervivencia del proyecto que se ha convertido en los últimos 13 años en el corazón de un barrio obrero que ha logrado todo lo que tiene luchando.

«La pérdida de Kukutza no supondría exclusivamente la pérdida de un espacio físico. Diversos ámbitos de la vida sociocultural del barrio y de Bilbao se verían gravemente perjudicados: cultura, euskara, feminismo, juventud, ecología, deporte y proyectos sociales», advirtieron el bertsolari Arkaitz Estiballes y el escritor Lutxo Egia, en euskara y castellano, respectivamente.

En torno a las 13.00, se confirmaba la decisión de la jueza Elena Galán Rodríguez de Isla de apoyar las reclamaciones de Cabisa como propietaria del inmueble, además de añadir que Ayuntamiento y Lakua no habían abierto ningún expediente para protegerlo, por lo que interpretaba que la demanda de Errekaldeberriz Auzo Elkartea era «carente de recibo».

El alcalde, Iñaki Azkuna, saludó la decisión de la titular del Juzgado número 5 de lo Contencioso-Administrativo de Bilbo, negando un problema social y asegurando que en el asunto de Kukutza III «hay un problema de ocupación ilegal del suelo y el Ayuntamiento -subrayó- tiene que defender la propiedad privada».

«El día de la vergüenza»

La asociación vecinal, que había conseguido paralizar durante 48 horas la demolición, habló del «día de la vergüenza», precisando que sentían «vergüenza por unas instituciones públicas -Ayuntamiento, Diputación y Gobierno autonómico- que no han querido defender los intereses de la ciudadanía y se han plegado, se han arrodillado y han alentado las ansias de un puñado de millonarios».

A primera hora de la tarde, cientos de vecinos aguardaban expectantes la llegada de las máquinas para demoler el emblemático edificio. A las 16.00, varios usuarios del gaztetxe fueron citados para sacar los enseres y útiles de trabajo que aún permanecían en un inmueble, rodeado de ertzainas pertrechados con material antidisturbios. Algunos pudieron entrar acompañados de un abogado.

Mientras se procedía al cierre de la Estrada de Caleros y llegaban, encapuchados, los operarios de la empresa de derribos, decenas de vecinos se colocaban en las cercanías del perímetro establecido por la Ertzaintza y se oyeron pitidos contra los obreros, algunos de los cuales luego se llevaron botellas de licores del gaztetxe, según testigos. Sosteniendo banderas en apoyo a Kukutza y conteniendo las lágrimas y la rabia permanecieron allí cuanto se lo permitieron los policías autonómicos.

A las 17.00 saltaba la alarma. Vecinos comenzaban a hacer tañir cazuelas desde sus ventanas ante la llegada por Gordoniz de un transporte pesado con una gran excavadora escoltada por seis furgones de la Brigada Móvil, lo que era respondido con la colocación de contenedores en la principal arteria del barrio.

El convoy avanzó entre cargas policiales hasta la rotonda frente a Kukutza III. Para entonces, los incidentes se trasladaban a la zona de la plaza y sus calles aledañas. Las persianas de comercios y bares fueron bajando, y los que no lo hicieron fueron obligados a ello por los agentes armados, mientras que ya era escaso el número de transeúntes por la zona.

A las 18.10, después de acabar de sacar algunos objetos y de que operarios de Iberdrola cortaran el suministro eléctrico, la pala de la excavadora comenzó la demolición, destruyendo en primer lugar la marquesina con las letras del gaztetxe entre las lágrimas de muchos y los gritos de «Un desalojo, otra ocupación» ó «Kukutza aurrera», y ante la amenaza de los agentes armados.

El estado de sitio era total en el barrio. Muchas personas acudían a los portales abiertos para protegerse; otros, a establecimientos hosteleros, algunos de los cuales fueron desalojados violentamente, como uno en la plaza, al que los beltzas destrozaron la persiana. El pánico entre quienes lo vivieron era indescriptible; las cargas y las carreras se extendían a la zona superior de Errekalde, como la calle Mendipe, llegando luego a Uretamendi y Betolaza.

Entran en el ambulatorio

Los ertzainas disparaban, por ejemplo, desde la pasarela del ascensor de Artazu Bekoa a todo lo que se movía en unas calles casi desiertas, en las que sólo circulaban los vehículos policiales y las ambulancias. Un supermercado fue asaltado y sus clientes apaleados, según testigos.

Los heridos comenzaron a llegar al ambulatorio, cómo sucedió el pasado miércoles, pero en esta ocasión los uniformados acudieron al centro de salud y, a pesar de la oposición de los trabajadores, se llevaron los partes. Más tarde, la cercana iglesia se convirtió en espacio de refugio y comenzaban a pedir material para asistir a los heridos. En la estación de Ametzola cargaron, como luego en otras del metro.

Antes de las 19.00 ya no era posible entrar por el puente de Gordoniz, por donde acudían cientos de personas para participar en una manifestación que salió a las 20.00, pero fue abortada. El escenario era impactante: las barricadas de fuego, el sonido de los disparos, el ulular de los furgones policiales y gente corriendo despavorida.

Errekalde estaba cerrado a cal y canto, al establecerse controles en sus accesos y no había iluminación en muchas de sus calles. Y se fueron produciendo ``saltos'' en Irala, La Casilla, Indautxu, Basurto, Abando, Casco Viejo y hasta ante la mismísima puerta de la casa consistorial, en torno a las 22.00, que fueron reprimidos con violencia.

26 detenidos

A la hora de cerrar esta información, se confirmaba la detención de 26 personas y nadie era capaz de estimar el número de heridos. Según algunos vecinos, la Ertzaintza se llevó partes del ambulatorio de Errekalde.

Controles

La Policía autonómica impidió el acceso al barrio a partir de media tarde y estableció controles en calles aledañas. En los peajes de autopista se impidió el acceso de los autobuses que acudían a la manifestación.

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