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Open de Australia

Un enrachado Novak Djokovic supera la guerra de desgaste

Ha ganado a Nadal en las últimas siete finales disputadas entre ambos tenistas.

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Natxo MATXIN

Casi seis horas -5 horas y 53 minutos- debió emplear Novak Djokovic para refrendar su reciente dominio sobre Rafa Nadal, al que ha superado en siete finales consecutivas durante los últimos 14 meses. El maratoniano encuentro, que se inició con un sofocante calor por los 33 grados que registraba el termómetro, es el más largo de la historia de los Grand Slam y del Abierto de Australia.

Hay que retrotaerse hasta 1988 para rememorar el que hasta ahora era el partido de mayor duración, una final del Open de Estados Unidos entre Ivan Lendl y Mats Wilander -4 horas y 54 minutos-, que acabó ganando el checo. Pese a la crisis económica mundial, el envite también le sirvió al actual número uno para engrosarse el mayor premio en metálico repartido hasta ahora en un Grand Slam, nada menos que 1,85 millones de euros.

Con la que está cayendo sería discutible justificar semejante recompensa, pero lo que está claro es que ambos tenistas se la pelearon hasta la extenuación. Y con unas cuantas alternativas en el electrónico que permitieron especular sobre lo incierto del resultado final y mantuvieron en vilo al graderío.

Porque si fue Nadal quien comenzó dando primero, Djokovic reaccionó a las mil maravillas. El de Manacor consiguió anotarse el primer set merced a su fuerza mental -se recuperó de un 4-5 desfavorable- y llegó incluso a desquiciar a su rival, quien descargó la frustración en su raqueta.

A ese gesto de rabia del serbio le siguieron los momentos de su mejor tenis. Aminoró errores y jugó con mayor consistencia, trasladando la inseguridad a Nadal. Aprovechando esa inversión de papeles, Djokovic pudo ponerse dos sets a uno por delante.

Dos portentos físicos

El cuarto set dejó entrever por donde iban a ir los maratonianos derroteros del choque, marcado por el acierto en bolas decisivas y determinado por detalles a la postre trascendentales. Nadal estuvo contra las cuerdas en varias fases de esa manga, pero gracias a su poderío físico consiguió reponerse ante la avalancha balcánica, parón incluido por la lluvia, levantando hasta tres bolas de partido, que celebró como si hubiese ganado la final.

Ese reencuentro con una dinámica positiva pareció darle alas al mallorquín, que entró mejor en el parcial definitivo, pero Djokovic por algo es el número uno del mundo. El balcánico superó un 2-4 adverso tirando de coraje y sacando fuerzas de flaqueza para romper el servicio a Nadal en el undécimo juego y no permitir que el de Manacor hiciese lo propio en el siguiente.

«Desgraciadamente no hay dos ganadores»

La singularidad del partido y el alma que le pusieron ambos contendientes obligó al ganador final a reconocer que «desafortunadamente no puede haber dos ganadores» y a valorar la victoria «como la más importante de mi carrera por ganar tras seis horas. Cuando he oído que ha sido la final más larga de la historia me he echado a llorar», admitió Djokovic.

«Tuve muchas oportunidades de acabar el partido en el cuarto set, pero él me devolvió puntos increíbles y muy buenos servicios. Consiguió llevar el partido al quinto set y ahí cualquiera de los dos pudo ganar. Notaba que mi cuerpo comenzaba a ir más lento, pero por otra parte, también sabía que él tampoco se sentía fresco y cómodo en la pista. Intenté mentalmente seguir ahí, mantener la compostura, las emociones, incluso cuando estaba 4-2 abajo pensaba que podía dar la vuelta, a pesar de estar al límite», analizó el serbio.

Nadal, que se convierte en el primer jugador de la era Open que pierde tres finales seguidas de Grand Slam, declaró que «es la final que he perdido que menos me ha dolido porque he hecho todo lo que he podido ante un jugador brillante». N.M.

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