CRíTICA teatro
Circo de algodón de azúcar
Carlos GIL
Daniele Finzi Pasca es un clásico del circo escénico, de la teatralización de los números circenses a partir de una idea dramatúrgica, en este caso, con una evocación muy ligera, lejana y anecdótica a Antón Chéjov. El hielo, el frío, la pesca, los sanatorios son esa referencia chejoviana, pero expresado todo en ese lenguaje luminoso, suave, envolvente por su calidez, por el tono de sus músicas, por el uso del texto como parte ocupacional para cambiar los decorados, con una puesta en escena, vestuario, elementos escenográficos e inventos mágicos, todos incardinados, todos tratados con la misma palestra cromática, con el mismo uso de los tiempos, de los movimientos.
Una fascinación aumentada por un despliegue técnico de gran entidad, y un equipo actoral capaz de ejercitar sus artes circenses en una clave pausada, de salón, metódica, esteticista, lo que le confiere una pátina de dulzura, pero a la vez, anestesia algo, debido a esa belleza continuada que obnubila, que atrapa y conduce a los espectadores por unos mundos oníricos, muy bien trazados, pero por los cuales difícilmente sucede algo más que la probabilidad de admirar una composición coral, una simpática coreografía o un número de malabarismo a dos manos y un pie que te deja anonadado, pero fuera del tiempo.
Se trata de un clásico del entretenimiento blanco y familiar. Es una suerte de circo que parece una bola de algodón de azúcar perfumada, suave, ligera, que se digiere con mucha facilidad, agradable, que proporciona una dosis de aislamiento de la realidad a base de un álbum de imágenes que se guardan en algún archivo de la memoria emotiva.
Obra: «Donka, una carta a Chéjov».
Autor y dirección: Daniele Finzi Pasca.
Intérpretes: Moira Albertalli, Karen Bernal, Helena Bittencourt, Andrée Anne Gingras-Roy, David Menes.
Lugar y fecha: Teatro Arriaga, Bilbo. 19-02-12.