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ANÁLISIS | Posibilidad de una nueva compra

¿Debe Kutxabank adquirir Catalunya Caixa?

Kutxabank se ha mostrado interesada en la posible compra de Catalunya Caixa. Si fuera así, Mario Fernández, presidente del banco local vasco, habría conseguido su objetivo de duplicar los activos de la entidad que preside, pero ¿es necesario?

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Ante el aparente interés de Kutxabank por adquirir Catalunya Caixa, duplicando así su propia dimensión. Es un salto cualitativo evidente dentro de la estrategia de expansión territorial iniciada en su momento por las cajas a través de la apertura de oficinas en otros territorios y, más adelante, con la adquisición de Caja Sur por la BBK.

Diversos medios de comunicación han atribuido a fuentes de Kutxabank la afirmación de que «la operación permitiría al banco vasco superar la cifra de 150.000 millones que se consideran precisos para operar en el mercado financiero», a la que el presidente de Kutxabank, Mario Fernández, «aspira y cree que hay que llegar» («El Mundo»).

Esta cifra de 150.000 millones, en ocasiones atribuida al presidente de Kutxabank y en ocasiones al Banco de España, resulta cuando menos sorpren- dente. Por su generalidad, por la falta de adecuación de este criterio con los análisis al respecto realizados por expertos y por instituciones especializadas en Europa y Estados Unidos y, sobre todo, por la falta de debate público sobre sus fundamentos.

¿Por qué es necesario superar los 150.000 millones «para operar en el mercado financiero»? ¿A qué mercado financiero nos estamos refiriendo? ¿Al mercado bancario típico de ahorro/depósito y crédito? ¿Al mercado de valores? ¿Al mercado de derivados? ¿Estamos diciendo que una caja de ahorros -no otra cosa es Kutxabank- no puede ya desarrollar su función, no ya en base a los argumentos esgrimidos durante los últimos años en cuanto a la deficiente gestión de ciertos representantes políticos, o por su excesiva exposición al sector inmobiliario, sino «por su reducida dimensión»?

Esta argumentación es ciertamente sorprendente cuando durante todo el proceso de acoso y derribo de las cajas de ahorros españolas desarrollado y aplicado por el Banco de España jamás se ha argumentado que las cajas de ahorros fuesen «demasiado pequeñas». Si se ha venido cuestionando la supervivencia de cajas de ahorros concretas en base a la denominada como «estrategia de consolidación» de las cajas, ello tenía poco que ver con la relación entre dimensión y eficiencia. Lo que en realidad se ha hecho es ocultar los problemas detectados y retrasar el estallido de los mismos integrando entidades con problemas en grupos más amplios.

Pero los activos tóxicos no desaparecen por integrarlos en entidades de mayor dimensión. De ahí el fracaso de esta estrategia de consolidación impulsada por el Banco de España y apoyada por los gobiernos españoles. Las nuevas entidades surgidas de la integración de cajas, apenas transcurridos uno o dos años, vuelven a estar en situación crítica y con su viabilidad cuestionada.

Esta argumentación es especialmente sorprendente cuando uno de los factores esenciales de la crisis de las cajas de ahorros españolas ha sido precisamente el contrario: el pretender expandirse a toda costa en ámbitos y territorios desconocidos fuera de su territorio natural. También en nuestro país, los problemas acumulados por entidades como Caja Laboral, Kutxa o BBK como consecuencia de este tipo de operaciones son conocidos.

La posible adquisición de Catalunya Caixa parte, según lo transmitido a los medios de comunicación, de la afirmación de que «La estrategia de Kutxabank es compatible con la intención manifestada por sus responsables de centrarse en consolidar la fusión fría acometida por las cajas vascas, pero sin dejar de tener en cuenta posibles oportunidades que depare el negocio financiero» (GARA).

No hace falta demasiados argumentos para evidenciar que esta posible apuesta significa exactamente lo contrario. Esto es, supone renunciar a la priorización de la consolidación de la fusión fría -y de la aún más que conflictiva y complicada adquisición de Caja Sur- a cambio de que alguien parece estar considerando como el primer objetivo de Kutxabank: crecer a toda costa.

¿Hasta qué punto esta obsesión por el crecimiento es necesaria? ¿Hasta qué punto es compatible con los objetivos fundacionales de Kutxabank y con los de las instituciones representadas en sus órganos?

No es menos importante lo que este tipo de noticias nos revela sobre cuáles son en este momento las prioridades de la gestión de los responsables de Kutxabank. Al parecer, ni la gestión de la crisis, ni el fortalecimiento de Kutxabank como pilar básico del sistema financiero vasco, ni el apoyo al tejido productivo vasco, ni el trabajo conjunto con empresarios y administraciones públicas para asegurar el aliento y promoción de proyectos empresariales de futuro y asegurar la supervivencia de nuestro tejido empresarial. Ninguna de estas tareas parece ser prioritaria en la dedicación de tiempo y esfuerzo de los máximos ejecutivos de Kutxabank.

En efecto, todo parece indicar que los directivos de Kutxabank están dedicando su tiempo ... a asegurar que Kutxabank crece, y crece, y crece, fuera de su territorio natural. ¿Por qué? ¿Para qué? Desde luego -en nuestra opinión- no porque ello sea necesario ni porque sea positivo para nuestro país. ¿Cuáles son entonces las razones?

La pregunta clave es la siguiente: si no es el interés del tejido socioeconómico vasco, ¿es posible que esta política expansiva sea una necesidad para la propia Kutxabank como entidad financiera?

¿Qué ganaría Kutxabank con esta operación? Los medios de comunicación aluden repetidamente a un incremento de dimensión, duplicando la actual de Kutxabank, hasta los 150.000 millones, cifra que -aparentemente- es considerada como mínima, no se sabe muy bien -como hemos dicho- si por la propia Kutxabank o por el Banco de España.

Desde otra perspectiva, es cierto que, a través de la adquisición de Catalunya Caixa se consigue una importante cuota de mercado en Catalunya. Lo que no se dice en los medios de comunicación es que, a través de estas operaciones, a la vez que crece, Kutxabank -evidentemente- pierde solvencia. Y cabe preguntarse si, en las circunstancias actuales del mercado financiero, hay algo más importante que la solvencia.

Esta pérdida de solvencia es algo evidente. BBK perdió solvencia al adquirir Caja Sur y cualquier entidad financiera eficiente y solvente, al realizar operaciones estratégicas de esta dimensión adquiriendo entidades de eficiencia y solvencia dudosas, irremediablemente está deteriorando su propia eficiencia y solvencia.

Con este tipo de operaciones Kutxabank pierde también focalización operativa y focalización estratégica. Pierde focalización operativa porque, en los momentos centrales de la crisis financiera, sus esfuerzos de gestión no van a estar destinados a maximizar su solvencia y el futuro del tejido socioeconómico que la alimenta, sino al crecimiento en el sector financiero y a la difícil digestión de nuevas entidades de semejante dimensión. Repetidamente hemos hecho referencia a la «mitificación de la dimensión bancaria» como un problema estructural de los debates que durante los últimos años se están desarrollando en relación con la reestructuración del sector financiero.

Es necesario constatar que el debate sobre la dimensión óptima de los bancos es un debate complejo y que el concepto de dimensión óptima debe ser aplicado, normalmente, de forma distinta para cada entidad. Examinaremos con más detalle esta cuestión en un próximo documento. Por el momento, sí nos interesa dejar patente la importancia de que se clarifique públicamente este análisis y el posicionamiento al respecto de Kutxabank, no sólo desde la perspectiva empresarial del propio Kutxabank, sino también desde la perspectiva institucional y política.

Kutxabank no es una empresa más, que pueda decidir su futuro en base a sus propios objetivos de expansión y rentabilidad. Es una parte esencial del sistema financiero vasco y, por lo tanto, de nuestra estructura económica.

Nuestros líderes políticos están, por lo tanto, obligados a posicionarse al respecto, después de un análisis serio de los argumentos a favor y en contra de esta política expansiva. Por lo tanto, si realmente existen «razones económicas» que obliguen a Kutxabank a un salto dimensional, es esencial saber cuáles son esas razones. Si es una reflexión interna del Consejo de Administración, o de la Presidencia de Kutxabank, si es un criterio impuesto por el Banco de España, etc. Y en qué se fundamenta este criterio.

No es posible olvidar que, al contrario de lo que sucede en otros sectores de actividad, en el sector financiero suele ser ciertamente difícil separar con claridad los argumentos económicos de los políticos que están detrás de las decisiones estratégicas de las entidades de este sector.

En algunos casos, esta confusión de objetivos económicos y políticos es probablemente inevitable y, en otros, como sucede en las cajas de ahorros y en Kutxabank, probablemente conveniente y necesaria.

Siempre, por supuesto, que los objetivos políticos que se defiendan se basen en la defensa del tejido socio-económico de su territorio natural y no se trate de la adquisición de cuotas de influencia política en otros territorios a través de la adquisición de un peso suficiente para convertirse en un poder «fáctico» en los mismos.

En nuestra opinión, no es posible que estrategias expansionistas como la puesta en marcha con la adquisición de Caja Sur -o con los repetidos fracasos en la apertura de oficinas fuera del territorio natural de las cajas de ahorros- continúen o incluso se aceleren sin un debate profundo sobre qué gana o pierde con ello el tejido socio-económico vasco.

Un debate profundo que, como hemos indicado, debe ir ciertamente más allá de los propios órganos de las cajas y debe alcanzar al conjunto de nuestras instituciones públicas y de nuestros responsables políticos.

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