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Fukushima: la catástrofe que despertó la conciencia antinuclear en Japón

Los desastres naturales son inevitables, no hay nada que se pueda hacer frente a ellos salvo intentar estar preparado para minimizar, en lo posible, sus consecuencias. Pero ante un desastre «artificial» relacionado con la energía nuclear, sí. Por eso, la alarma causada por la catástrofe de la central nuclear de Fukushima, que ha puesto en evidencia la vulnerabilidad de los reactores atómicos, ha servido para despertar la conciencia antinuclear de los japoneses, poco proclives a la protesta y la movilización.

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Mirari ISASI

Si algo positivo se puede sacar de una catástrofe como la ocurrida el 11 de marzo de 2011 en Japón, donde un fuerte terremoto y un devastador tsunami dejaron alrededor de 20.000 muertos y desaparecidos y provocaron el grave accidente nuclear en la planta de Fukushima, es la reacción de la sociedad japonesa a la energía nuclear. El resto ha sido negativo, se mire por donde se mire.

Al menos es lo que manifiesta Shinyia Takeda, activista japonés del Movimiento por la Soberanía de la Respiración e integrante de Vía Campesina que, de la mano de Ekologistak Martxan, ha recalado estos días en Euskal Herria, donde ha explicado el alcance del desastre que sacudió su país hace poco más de un año, más allá de las víctimas mortales, y sus consecuencias a día de hoy.

Además de la tierra, aquel terremoto de 9 grados de intensidad en la escala de Richter agitó las conciencias de los japoneses e hizo aflorar un nuevo movimiento social que no solo cuestionaba el sistema político y la corrupción sino que expresaba su frontal oposición a la energía nuclear, latente a consecuencia de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki en una sociedad poco proclive a tomar las calles como forma de protesta. «Fue un accidente traumático, pero hizo que la gente empezara a movilizarse», afirma Takeda, quien recuerda que antes del 11 de marzo solo algunos profesio- nales se manifestaban. «Después de Fukushima, la gente tomó las calles también contra la energía nuclear», dice.

Ahora, Japón se encuentra al borde del apagón nuclear completo con una sola de sus 54 unidades atómicas operativa, cuya actividad está previsto se suspenda el próximo viernes, 5 de mayo. Desde la catástrofe de Fukushima ninguno de sus reactores detenidos por seguridad o para ser revisado ha sido reactivado. Su puesta de nuevo en marcha dependerá, en cada caso, del beneplácito de las autoridades y de la población local.

Y será difícil que lo hagan. Los jóvenes han tomado el estandarte de la lucha antinuclear tras el cambio radical en la relación de los japoneses con la energía nuclear. Hasta hace trece meses los nipones no tomaban en serio a quienes cuestionaban la energía nuclear, asegura Takeda, ya que estaban, igual que las autoridades, totalmente convencidos de que se trataba de algo seguro. Ya no lo están.

El terremoto y posterior tsunami arrasaron 24.000 hectáreas de arrozales y tierra agrícola, un desastre agravado por la destrucción de la planta nuclear y solo en 50% de esos terrenos podrán ser recuperados para 2014. El 90% de la actividad agrícola en la provincia de Fukushima, donde se estableció una zona de evacuación de 20 kilómetros alrededor de la central, quedó destruida. Pero son once las provincias contaminadas.

La pesca fue prohibida en esas aguas, los granjeros tiraron su leche y desecharon sus cosechas. Todavía hoy, a pesar de los certificados de calidad y las obligatorias labores de descontaminación -una pantomima, según los granjeros-, la población desconfía de los productos cultivados allí, una zona en la que se han acumulado las escombreras de residuos radioactivos.

Sin embargo, Takeda insiste en que aunque el accidente ya pasó sus consecuencias pueden prolongarse en el tiempo, y hace especial hincapié en las barra de uranio que no han podido ser trasladadas aún, en el combustible radioactivo que no se terminará de sacar hasta diciembre de 2013 y en el agua contaminada almacenadas en las piscinas de la central. Los expertos, que mencionan un 70% de posibilidades de que un seísmo de igual intensidad pueda repetirse en los próximos cuatro años, dicen otro accidente de esas características supondría el final para Japón, donde todavía hoy se producen ligeros temblores prácticamente diarios.

Por eso, Shinya Takeda plantea un nuevo modelo económico ligado a otra forma de vida forma alejada de desmesurada producción desmesurada de energía para satisfacer unos desenfrenados niveles de de consumo que no son reales.

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