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Crónica | altas temperaturas en la costa

El helado y las cervezas, mejor cuando se ponga el sol detrás de Igeldo

Camisetas mojadas en sudor y pies semidesnudos en sandalias. En el caso de los más afortunados, bañadores estampados. El sol ayer apretó, y mucho, sobre todo en la costa, donde se alcanzaron los 35 grados. Pero todo tiene un plazo: el fin de semana bajan las temperaturas y no se esperan precipitaciones.

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Oihane LARRETXEA

Que haga sol no significa que haga buen tiempo. Ayer quedó demostrado, porque a pesar de que en el mes de abril llovió en Donostia durante 28 días y, por lo tanto, había sed de altas temperaturas y ganas de sacar del armario por fin la ropa ligera, la jornada resultó demasiado calurosa. Demasiado, a excepción de quien pudo acercarse a la playa a darse un buen chapuzón, porque tomar el sol resultó ser un auténtico suplicio.

En la costa de Euskal Herria los termómetros apuntaron más alto que en el interior, con temperaturas de hasta 35 grados en el caso de las localidades que miran al mar. Ante la previsión de que iba a suceder así, el Departamento de Interior de Lakua activó la alerta amarilla. No obstante, parecía que a la mayoría de la gente le había pillado por sorpresa. Resultaba imposible caminar unos metros por Donostia sin escuchar el comentario ineludible de la jornada: «¡Qué calor!». Tan sencillo como necesario. Dicho eso, uno quedaba más aliviado.

Un hombre trajeado, corbata incluida y con el nudo bien prieto, caminaba sofocado por el Boulevard cuando se topó con un colega. «¡Vaya calor de narices!». Otra vez el inevitable comentario. Este otro llevaba la americana en la mano y la corbata brillaba por su ausencia.

Esta zona peatonal de la capital guipuzcoana es un ir y venir de gente, sea la hora que sea, cualquier día de la semana. Ayer, cuando el reloj acababa de marcar las 14.00, la mayoría de los bancos estaban libres, pero en los pocos ocupados, bajo los árboles, no cabía ni un alfiler. En uno, incluso, se apiñaban cinco mujeres entradas en edad, todas aguantando bien el tirón.

Poca gente en las terrazas

La misma imagen mostraban las terrazas. Más de tres cuartas partes de las mesas estaban libres porque quedaban lejos de los toldos. Las estufas que hasta hace poco se ocuparon de calentar el ambiente estaban arrinconadas con sus fundas. Puede que hasta octubre no hagan falta. En el bar Barandiaran dos mujeres tomaban sendos marianitos, un pintxo de txaka y otro de ensaladilla, aunque no les resultó sencillo sostener el aperitivo con una mano mientras con la otra intentaban hacer una pequeña sombra sobre sus ojos entrecerrados.

La misma estampa mostraba la terraza del Café de la Concha. «Un café con hielos, un té helado y una Coca Cola», pidieron tres chicas al camarero, quien irónicamente les preguntó si no querían sentarse al sol mientras señalaba con la mano las mesas vacías que parecían pedir a gritos un poco de sombra.

Lo dicho, que haga sol no significa que haga buen tiempo. Y las más calurosas tampoco suelen ser las mejores jornadas para algunos negocios. Desde la heladería Oiartzun, Diana Cantero comentó a GARA que «en un negocio como este el tiempo influye muchísimo» y puntualizó que con estas temperaturas la clientela «no consume tantos helados durante el día», ya que se reserva para después de la playa, «a eso de las seis o las siete de la tarde».

Quien parecía disfrutar era un perro pastor vasco que no paraba de nadar y ladrar bajo las escalinatas del Club Náutico. Bueno, disfrutaron el simpático perro y la mujer del bañador rojo que, ensimismada con una revista del corazón, parecía inmune al calor que ayer desquició a la mayoría.

 

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