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Rescate hasta el fondo, pero no a fondo perdido

Resulta llamativa la forma en que Madrid ha vendido públicamente «su» rescate. Obviando la debilidad de un Estado incapaz de rescatar a sus propios bancos y creyéndose a salvo de pasar el mal trago de la «humillación» que supone la intervención de su economía, a imagen y semejanza de lo ocurrido en Grecia, Irlanda o Portugal, no ha tenido otra ocurrencia que presentarlo como un «triunfo». Una negociación win-win con un resultado final que satisface a todos, luego todos pueden cantar victoria: Europa, Madrid y el euro. ¿Todos? No tan rápido. ¿Asunto arreglado? La economía española es un enfermo que no se salva con una inyección de capital, que ni será la primera ni la última. Rajoy es consciente de ello. Servirse de florituras verbales para evitar nombrar la palabra «rescate» y presentarlo como un «premio» obedece al hecho de que todos los mandatarios que le precedieron en la senda de los rescates cavaron su tumba y hoy son cadáveres políticos.

Siguiendo un guión que ya es conocido en Europa, Rajoy negó el rescate hasta el último suspiro. Finalmente sucumbió ante la brutal presión de la eurozona, que veía alarmada cómo su cuarta economía, hasta hace bien poco demasiado grande para ser rescatada, ponía en serio peligro el futuro de la moneda común y presagiaba un caos financiero de implicaciones globales. El presidente español alega ahora que negar la verdad formaba parte de su estrategia negociadora y, asegurada la línea de crédito de 100.000 millones de euros, problema solucionado. La «Troika» -la UE, el BCE y el FMI-, sin embargo, sabe perfectamente que en ningún caso es una solución. Podría servir para calmar la situación un poco, pero no instala un sentimiento de tranquilidad en el horizonte.

No hay rescates a fondo perdido. Los prestamistas se asegurarán de que el Gobierno haga los deberes que le son dictados y se someta a la dieta prescrita. Nuevos recortes y más austeridad están servidos en el menú. Quizá todavía no se harán públicos. Pero, con todo, el Estado español seguirá por mucho tiempo en la primera línea de fuego de los mercados. Y la economía vasca no está a salvo del riesgo de quemarse gravemente.

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