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Alberto Pradilla | Periodista

Más control

Las tensiones de los adolescentes y sus padres son una de las fuerzas que mueven el mundo. Éticamente, un chaval o una chavala de 16 o 17 años tiene prácticamente la obligación moral de soltar una mentirijilla a sus progenitores para colarse en una fiesta o llegar a casa al despuntar el alba. Bajo esta misma lógica, aunque basada en la cordura, corresponde a los viejos valorar si su vástago es un cafre y no se ha ganado su derecho a llegar botijo a las mil o si, por el contrario, se le suelta un poco la cuerda, que parece que ya va entrando en razón. Luego, todos sabemos que lo que sienta mal no es la botella de licor de mora o de malibú con piña, sino un sorbito de cerveza con limón que mareó levemente. Obviamente, no es la muchacha la que fuma, aunque su aliento huela a bocanegra; siempre es una colega la que echaba humo junto a ella. Precisamente la misma colega a la que le guarda los condones o los porros que súbitamente aparecen en un cajón.

Han pasado ya dos semanas desde la tragedia del Madrid Arena y no paro de recordar cuál fue la primera reacción de los biempenstantes: alarma, demagogia y exigencia de más vigilancia. Quizás vendría bien analizar por qué se impone un modelo de ocio basado en el consumo encerrados en un espacio al mismo tiempo que se vacía la calle a golpe de multas. Tampoco estaría de más comprobar qué manos privadas se lucran gracias a un proyecto apoyado desde unas instituciones que hacen la vista gorda cuando les interesa. Eso nunca toca. Por el contrario, si algo malo ocurre en un lugar vinculado con el ocio nocturno, los popes de la moral siempre encuentran un rápido argumento: las copas, el desarme moral, la caída del imperio romano.

Que la derecha catolicona y censora y la progresía tan amante de los juicios morales aprovechen un hecho horrible para sacar a pasear sus tabús entra dentro de la lógica. Y hay que combatirlo. Los peregrinos testimonios de «no me cachearon al entrar» o «todo el mundo bebía sin control» encierran un concepto del mundo basado en el orden asfixiante y la represión.

Me niego a vivir en una sociedad en la que, para acceder a cualquier lugar de ocio, es necesario que te hagan una exploración completa con rayos X. Me niego a ser fiscalizado, grabado, cacheado y controlado en cada vez más espacios. Como dijo Ignacio Escolar en un tuit, esas chicas perdieron la vida en un accidente, no por haber salido de copas.

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