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Iñaki LEKUONA | Kazetaria

Tras el fin del mundo

 

Días después del fin del mundo, aquí estamos. Con los mismos problemas, o incluso alguno más. Y aunque las soluciones están ahí, a dos pasos, si éstos no se dan quedan en realidad a cientos de leguas, una distancia inabarcable..

Y muchas veces es esa misma distancia el pretexto que nos relaja, la justificación perfecta para evitar responsabilizarnos, la disculpa que sacamos del bolsillo cuando la realidad nos tiende una mano pidiendo ayuda. Pero así es la raza humana, inagotablemente contradictoria, tan repleta de cualidades que la llevan a realizar prodigios fantásticos, y tan profundamente vacía que es capaz de los mayores desastres, de impensables vilezas, de increibles desprecios por la propia vida. Hasta el punto de que lo más probable es que el fin del mundo, cuando llegue, no lo traigan caballos apocalípticos, ni serpientes de fuego, ni siquiera meteoritos gigantes ni una gigantesca erupción solar. El ocaso de este planeta llegará, y estos lo saben hasta los niños, por culpa de nuestra estirpe, vil, egoista y rencorosa hasta el infinito y más allá por mucho que pueda mostrarse también noble, generosa y compasiva en la misma medida.

Días depués del fin del mundo, aquí estamos, agasajando al dios del derroche como si realmente nos encontráramos ante el fin de nuestros días. Comiendo y bebiéndonos el mundo como si no hubiera mañana. Como si no tuviéramos problemas. Como si no tuviéramos soluciones. Están a dos pasos. Sólo hay que darlos.

Vale, de acuerdo, tomemos fuerzas antes. Que alguien desencorche esa botella entonces. Unos tragos de incoherencia, una resaca coherente y estaremos listos para darle la vuelta al mundo y empezar por el final.

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