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Raimundo Fitero

Desbordados

 

Mientras van entrando en madre los ríos tras estas últimas lluvias, es muy difícil mirar al electrodoméstico esencial y que te interese algo más que la más absoluta relación con las últimas noticias de los casos judiciales ya conocidos de los que nos llegan tsunamis que descubren a los sospechosos como elementos cruciales. Las huellas de la corrupción política están por todo aquello por donde quieras mirar. La judicialización de la política no es una retórica, sino una auténtica desgracia. No creamos que por Euskal Herria estamos en una isla, sino que estamos en un época de acumulación de indicios. El Arga se salió de sus cauces como y donde siempre, y cuando tome su nivel habitual, veremos que ha dejado, porque hay varios asuntos latentes que emergerán cuando convenga.

Es decir, estamos desbordados. No suceden las cosas allí, sino aquí también. Pero lo que está sucediendo, en general, es que los paganos, la ciudadanía está al borde de la dimisión. Los procesos judiciales en curso nos van enseñando que el reino de España es un estado fallido, corrupto, basado en el engaño y la mentira, en donde los partidos han creado auténticos monstruos para su mantenimiento a base de robar mucho, repartir poco, y sacar patrióticamente su dinero a cuentas suizas. Y uno se desayuna con la claridad de que la criminal «amnistía fiscal», era una auto-amnistía con individuos como el que había sido el tesorero del PP, nada menos, hasta que las imputaciones en el caso Gürtel lo llevaron a apartarse de la primera fila, pero seguía operand0 con cuentas en Suiza, Nueva York y otros lugares que irán saliendo.

Y aquí vienen unas preguntas inútiles, ¿por qué sale esto ahora? ¿Hay alguna parte del sistema judicial capaz de tener autonomía? O es que verdaderamente están desbordados, que hay tanta mierda que es imposible contenerla. Algo está pasando, la ejemplaridad que ven los ciudadanos es que están rodeados de ladrones, y digo yo que todo esto sí que es nocivo para la salud democrática, o la salud mental de niños, jóvenes, adultos y ancianos y no las gilipolladas de «Sálvame» a la que le quieren meter un multazo por incumplir con el desdichado horario protegido.