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Demasiados liderazgos por consolidar o en discusión

Dabid LAZKANOITURBURU

En los análisis sobre la escalada de tensión en la península coreana cobra fuerza la tesis que relaciona las amenazas norcoreanas con la necesidad del nuevo y joven líder de Pyongyang, Kim Jong-un, de reforzar su posición política ante la cúpula militar del Ejército.

Esta tesis se refuerza con determinados apuntes de la biografía del nieto del fundador de la República Popular Democrática de Corea, que lo retratan como poco interesado por los asuntos políticos y militares. Más allá de caricaturas, no está de más recordar que no pocos medios occidentales que presentan ahora a Kim Jong-un como un loco dispuesto a iniciar la guerra nuclear mundial hacían no hace mucho cábalas sobre sus presuntas creencias reformistas.

Y es que nada es blanco o negro, ni siquiera en Corea. Y menos cuando en pleno cruce de amenazas de un lado a otro de la línea de demarcación que parte en dos la península, la Asamblea Popular Suprema (parlamento norcoreano) validaba el nombramiento de Pak Pong-ju como jefe de Gobierno. Destaca el hecho de que este último fue primer ministro entre 2003 y 2007 y, al decir de los «coreanólogos» occidentales, fue apartado del poder por su apuesta por introducir reformas económicas y sociales en el régimen. ¿Será su nombramiento la muestra del reformismo de Kim Jong-un? ¿Estamos ante un reformista en lo social y halcón en lo militar? ¿Trastorno bipolar?

Nada es negro y blanco, tampoco en Corea del Sur, cuya también nueva presidenta, Park Geun-Hye, acaba de amenazar con ataques preventivos contra Pyongyang. Poco o nada se ha dicho sobre las críticas, sobre todo desde los sectores político-militares que avalaron su candidatura, que ha recibido su incipiente gestión, tildada de timorata por los halcones, que también los hay, surcoreanos.

Park Geun-Hye necesitaba reforzar su propia y endeble posición política, lo que explicaría a su vez la cascada de provocaciones protagonizada por Seúl. Y digo provocaciones, porque no se pueden entender de otra manera los dos meses largos previstos y en marcha de maniobras militares conjuntas con EEUU. ¿Se imagina alguien que Corea del Norte hiciera sus propias maniobras, pongamos con Irán, enemigo declarado de EEUU, en suelo coreano? ¿No sería eso presentado como una provocación en toda regla?

El triángulo se completa con la posición de EEUU, que ha decidido enviar a la zona a todas sus «joyas de la corona» en lo que se refiere al poderío militar aéreo, desde los B-52 (de triste recuerdo por su utilización en la guerra de Vietnam) hasta los cazas furtivos B-2 y F-22, y reforzados ayer mismo con un destructor de su VII Flota, estacionada en Japón.

Toda una muestra de «contención» por parte de un país, EEUU, y un presidente, Obama, que ha explicitado en los últimos años que el Pacífico vuelve a ser el eje de su geopolítica. Justo cuando su posición de liderazgo mundial aparece tocada por la crisis global en Occidente, por sus fracasos en Afganistán e Irak y por la emergencia de China. Y mucho me temo que ahí está la madre del cordero. En liderazgos sin consolidar o en discusión.

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