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CRíTICA: «Una bala en la cabeza»

Los tipos duros ya no tienen sitio en el cine actual

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Mikel INSAUSTI

El rotundo fracaso comercial de «Una bala en la cabeza», a pesar de las buenas críticas con que fue recibida en el Festival de Roma, responde claramente al desinterés de las nuevas generaciones por el cine de acción violenta que solía hacer el veterano maestro del género Walter Hill. Sería un error achacar el fiasco única y exclusivamente a la avanzada edad del estelar Sylvester Stallone, que con su saga «Mercenarios» está haciendo buenas taquillas. Eso nos lleva al quid de la cuestión, y es que no es lo mismo ver al italoamericano dentro de una producción espectacular, con explosiones y demás, que en un trabajo más físico a la vieja usanza, sin efectos digitales de por medio.

De tener que buscar culpables con nombre y apellido, le veo más sentido a apuntar hacia el productor Joel Silver, que por algo es el máximo responsable. Él fue quien se empeñó en emparejar a Stallone con el poco conocido Sung Kang, con la peregrina idea de que así la película llegaría a un sector más amplío de población. Pero ni los asiáticos, ni los italoamericanos, al igual que el resto de grupos étnicos, se han sentido atraidos por esta propuesta interracial. Para una película en la que el que fuera Rocky vuelve a utilizar los puños, teniendo en cuenta el desgaste del tiempo, necesitaba del emparejamiento con un actor joven de mayor proyección.

En los 80 Walter Hill se convirtió en el rey de las budyy movies, gracias a «Límite: 48 horas» y su secuela, títulos donde el tandem Nick Nolte-Eddie Murphy ofrecía la perfecta combinación de acción y humor. Por desgracia, dicha dualidad no se da con Stallone-Kang, funcionando mejor el primero de los dos cuando actúa en solitario. Su imagen decadente encaja con el entorno desolado de una Nueva Orleans, sumida en la corrupción desde el desastre del Katrina. Ambientalmente, la música Zydeco cumple su función dentro de un realismo sucio, servido a ritmo de cómic, puesto que el guión de Alessandro Camon se basa en la historieta gráfica «Du plomb dans la tête» de Alexis Nolent «Matz».

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