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Andoni Elkano Perez En nombre de los amigos de Ángel Figueroa

A Ángel Figueroa Fernandez Como oro en paño

Guardo como oro en paño cada vez que hablamos, cada palabra escrita dirigida a mí, cada recuerdo, como una tarde del verano pasado en el puerto viejo con tu amiga... Yo no lo sabía aun pero estabas destinado a convertirte en una de las figuras clave que las nuevas generaciones recordarán con admiración y respeto

Nada más conocer la noticia sentí la necesidad de escribirte estas líneas, que sirvan también como un humilde homenaje. Ese día, ante la inquietud de mis lágrimas sentí la necesidad de dar un paseo por el pueblo que nos ha visto crecer y tomarle así el pulso ante tal noticia. Gente llegando, paseando por la calle, haciendo sus compras o poblando los bares más céntricos... Esperable para quien conoce la realidad de donde habita y a pesar de ello, al dolor se le sumó la rabia de forma inmediata.

Y es que la indiferencia es la mayor enfermedad de la que una sociedad puede estar aquejada. Perfecto queridísimos vecinos, pero no cuenten conmigo cuando ustedes quieran que llore. No se atrevan ni a insinuar por quién tengo que sentir. Ni siquiera me cataloguen como parte de su especie, no lo soy.

Mucho se habla de víctimas hoy día, y como parece que es hora de hacer recuento, cada uno hace sus cuentas. Condicionadas absolutamente por el preciado tiempo, ya que estas varían dependiendo de la fecha en la que empecemos a contar. Existe además otro factor decisivo. Y es que una de las listas mortales, no está cerrada aun y sigue generando víctimas en el pueblo vasco, Thierry, Iñigo Cabacas, Ángel son recientes ejemplos.

Tu caso, Ángel, es uno de los mayores exponentes, junto con otros catorce presos a día de hoy en el corredor de la muerte, a la espera no de un poco de humanidad por parte de un estado que nunca la ha tenido, sino que cumpla sus propias leyes y tratados internacionales. Víctimas de un estado que jamás reconocerá la existencia de la pena capital ni de la cadena perpetua pero que la aplica de hecho.

La familia de Ángel sufrió un grave accidente en Aranda de Duéro el 13 de marzo de 1997 en el que todos los ocupantes del coche, (aita, ama, amama y aitite), resultaron heridos. Al día siguiente, fallecería su amama Antonia Fernandez.

Otra víctima silenciosa y fría como las estadísticas, de las que no recogen las cámaras. Como mucho, como un vulgar accidente más y no como otra víctima de la dispersión. Es decir, de una estrategia que nos castiga a todos tan cruel como planificada y por eso debemos llamar a las cosas por su nombre: asesinato premeditado. Si ellos tratan de ocultarlo y disimularlo, nosotros debemos descubrirlo.

Su amama quizá no pensara como él, ni falta que hacía; era su nieto. Ella que había sufrido una guerra y ¡sorpresa! no fue la dura y evidente guerra la que le mató (no como pretenden hacer con su crimen), sino nuestra querida democracia.

El aita de Ángel murió de un cáncer cerebral el 24 de junio de 1999 estando Ángel en prisión.

Con tu aita al frente, nos dirigimos a una marcha a la prisión de Alcala Meco hace ya años.

Ya lo decía Bertolt Brecht: «hay muchas maneras de matar(...), quitarte el pan, no curarte de una enfermedad. Meterte en una mala vivienda, empujarte hasta el suicidio(...) solo pocas de estas cosas están prohibídas...».

No solo no están prohibídas sino que se diseñan en despachos y las rubrican representantes políticos.

Si a alguien no le gusta la cita de un comunista alemán, ahí va la de un clérigo estadounidense, Martin Luther King: «nunca olviden que todo lo que Hitler hizo en Alemania era legal».

Si a esto añadimos que mayoritariamente la sociedad española con un miedo inducido y una notable ignorancia se ha dejado narcotizar en lo que a cualquier denuncia referente a los presos se refiere, esta práctica represiva que durante 14 largos años como muchos otros han pagado Ángel, su familia y amigos, ha tenido su máximo apogeo con asesinatos camuflados de enfermedad, accidentes...

Cuando a alguien como Ángel tiene una epilepsia crónica diagnosticada desde los dos años de la que los síntomas eran muy leves hasta entrar en la cárcel y no solo no se han tomado medidas para paliar la enfermedad, sino que al contrario, le han sometido a unas condiciones de vida extremas que han hecho empeorar año tras año su enfermedad, no puede ser calificado más que como lo que es, crimen de estado.

Quizá por no preocupar a tu familia Ángel, pero no reconociste que estabas peor hasta que te llevaron preso a Córdoba. Tuvo que ser otro preso quien le dijera a tu familia que tenias convulsiones y que estabas cada vez peor.

En junio del 2006 fue operado en Cruces de donde se suponía que se originaban las crisis. En una semana estaba de vuelta a Langraiz. No solo no remitieron las crisis, sino que lo peor era que se sentía superinseguro. Las visitas eran horribles. Tuvo varias crisis detrás del cristal, se desmayó una vez, estaba ausente... lo único que quería y necesitaba con urgencia era salir de allí. Lo más importante para un epiléptico son las horas de sueño, medicación, ausencia de estrés auditivo-visual, luces incluidas. En la cárcel ninguna se cumplía y Ángel caía en picado. En octubre de 2008 Ángel vino a casa, en régimen de prisión atenuada y bajo vigilancia.

Aquí parece tan justo como acorde con la nueva era marcada por los dirigentes de la izquierda abertzale en la que han desaparecido de facto muchas «formas» de actuar hasta fechas recientes tan importantes como el fondo en pro de un supuesto bien mayor, decir que Ángel no tuvo homenaje alguno ni el merecido reconocimiento en vida (que no fuera más que a titulo personal), que como pueblo se le debe. Con 41 años, 14 años preso, 4 y medio de prisión atenuada y otros cuantos de lucha pública y clandestina. Es decir, ha luchado más de la mitad de su corta vida. Berriro gerta ez dadin...

Al igual que otros ahora en su situación, no solo ha luchado como el gudari en que se convirtió por la libertad de Euskal Herria, sino también contra una enfermedad crónica y que la propia represión le ha ido agravando. Llegó a ponerse en huelga de hambre para denunciarlo.

Es aquí donde todos debemos hacernos una pequeña pero honesta autocrítica, quizá la más importante, ya que intuyo que Ángel en determinados momentos pudo sentirse solo ante la que me consta, cierta incomprensión a la gravedad de su enfermedad. Una enfermedad que no se dejaba sentir tan evidente ante su buen estado físico. Contra todo pronóstico o habladuría, debo decir que conmigo jamás tuvo conversación que no fuera razonada, culta, o que estuviera exenta de coherencia. De hecho, en una de nuestras conversaciones recientes hablamos de economía, huelgas generales, producción mundial...

Eso sí, Ángel, me confesaste que había días en los que te encontrabas como si un camión te hubiera pasado por encima. La procesión iba por dentro.

Te recuerdo Ángel, y te recuerdo muy reciente. Mantener la memoria viva que a ti una enfermedad te estaba arrebatando, se ha convertido en una obligación para nosotros y no hacerlo sería la mayor injusticia que se puede cometer para recordar a las futuras generaciones quién fuiste y por lo que luchaste.

Recuerdo cuando te conocí en el euskaltegi hace ya años. Al año siguiente, probablemente ya habías decidido que en la lucha debías subir un escalón más; el definitivo. Cuando me enteré de vuestra detención, fue para mí un revulsivo para seguir luchando, como estoy seguro de que tu asesinato ahora, servirá para que otros cojan el testigo y lo hagan también.

Ángel y sus compañeros fueron detenidos en las cercanías del puente Bizkaia, en octubre de 1994 a cargo de los Berrocis de la Ertzaintza en una de sus primeras actuaciones.

Recuerdo cuando te nombraron juntero con tal suerte que nos dejaron estar contigo durante un rato... y recuerdo también cómo contabas que en la celda de la prisión de Langraiz encontraste como compañeros a unos bichos enormes correteando por el suelo.

Ángel fue elegido miembro de las Juntas Generales de Gernika en 1995, año en el que Herri Batasuna cumplimentó las listas, con varios candidatos encarcelados. Firmó su cargo pero tuvo que renunciar al él, delegándolo por su condición de preso político.

Recuerdo cada consejo que me dabas en una época que acabaría por marcarme, en la que yo ya había dividido al mundo en dos, los que luchan y los que no. Y en ese escalafón, tú ocupabas uno de los puestos más altos. Guardo como oro en paño cada vez que hablamos, cada palabra escrita dirigida a mí, cada recuerdo, como una tarde del verano pasado en el puerto viejo con tu amiga... Yo no lo sabía aun pero estabas destinado a convertirte en una de las figuras clave que las nuevas generaciones recordarán con admira- ción y respeto. Naciste en el pueblo en el que la policía franquista asesinó por la espalda a «Txikia» ahora hace cuarenta años y de quien cogiste el testigo de su lucha dos décadas después y que junto con Aitor Elortza y Xabier Galdeano y los presos y refugiados llevaste la dignidad de un pueblo a su máxima expresión.

Eskerrik asko Ángel, por haber pasado por mi vida y haberme dado la oportunidad de conocerte, hor izateagatik. Kitxuk bere lehen liburuan zioen bezela, «lanbro artetik amets egiteagatik». Ohorea izan da. Y vamos a dejarlo porque me vuelvo a emocionar... Elkartuko gara berriro lagun eta ikusi arte! Agur eta Ohore Ángel! Maite zaitut!

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