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Las protestas por el precio del transporte revelan el malestar social en Brasil

En pleno torneo la Copa de Confederaciones, en varias ciudades brasileñas se preparaban ayer nuevas manifestaciones contra el aumento del precio de los transportes y contra los gastos del mundial de fútbol de 2014, tras una semana de protestas duramente reprimidas.

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Sao Paulo -escenario de los más duros enfrentamientos con la Policía la pasada semana-, Rio de Janeiro y Belo Horizonte -donde se disputaba el partido Nigeria-Taití- se preparaban ayer para más manifestaciones de rechazo al aumento del precio del transporte que han revelado un profundo malestar social. En Sao Paulo 185.000 personas habían confirmado su asistencia a través de las redes sociales y están previstas protestas en 44 ciudades del país hasta el jueves

Esta movilización comenzó protestando contra el aumento del billete de autobús, tren y metro en Sao Paulo, unos días antes de la Copa de Confederaciones. Se extendió rápidamente a otras ciudades donde se añadieron la denuncia de los gastos públicos desmedidos para organizar el mundial del año que viene (15.000 millones de dólares) a la vez que el país sufre grandes carencias en materia de salud, educación, vivienda y que persisten clamorosas desigualdades sociales.

Aunque modesta, la movilización ha reflejado el descontento de una parte de la población de un país donde las manifestaciones no son habituales, y ha sido generalmente reprimida por las bolas de goma y gases lacrimógenos de la Policía, provocando decenas de heridos. El escenario se repitió el sábado en los alrededores del estadio de Brasilia, durante la ceremonia de inauguración de la Copa Confederaciones donde la presidenta, Dilma Rousseff, fue abucheada junto al presidente de la FIFA, Joseph Blatter. Y también el domingo, en el exterior del Maracaná, reformado por 600 millones de dólares, durante el partido Italia-México.

«No me importa la Copa, quiero salud y educación», gritaron casi 3.000 manifestantes antes de ser dispersados por la Policía. Múltiples mensajes indignados denunciaron la violencia policial en las redes sociales, sobre todo en Sao Paulo, donde la pasada semana hubo un centenar de heridos y 230 detenciones. El malestar aumenta a medida que Brasil, después de años de fuerte crecimiento, atraviesa un momento delicado por una economía ralentizada y un aumento de la inflación (6,5% anual, 13% para los alimentos).

«Vemos cierta toma de conciencia de la necesidad de reformar las instituciones, la Policía y servicios como la sanidad, los transportes o la vivienda. Todas esas cuestiones son más cruciales que el aumento del billete del transporte», indica a France Press el antropólogo Alba Zaluar de la Universidad de Rio.

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La popularidad del Gobierno cayó ocho puntos en junio, por primera vez desde la elección de Dilma Rousseff como presidenta, aunque sigue siendo favorita para los comicios de 2014.

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