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rafael berrio | músico y letrista

«Los discos se hacen como enmiendas del trabajo inmediatamente anterior»

Rafael Berrio nace en Donostia en 1963. Con 18 años es parte de los entusiastas UHF, que no llegan a alcanzar las expectativas que proyectaban. Tras diversas experiencias, en 2010 crea «1971» y en este año «Diarios», ambos discos con admirables arreglos de cuerda de Joserra Senperena. Berrio añade una voz gruesa, distinta, austeras líneas melódicas y unos textos tan literarios que abruman.

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Pablo CABEZA | BILBO

La literatura de Rafael Berrio la vierte en textos, quizá sean letras de canciones, cargados de tanta inspiración, lenguaje y maduración que sobrepasa lo habitualmente considerado como excelso. Se lo curra, le mete muchas, muchas horas, meses, años a cada palabra, pero encuentra la letra que dará vida a una canción diferente a lo que los demás proponen. «1971» y «Diarios» ha sorprendido a toda la crítica, quizá maravillado. No son discos de mayoría porque la gente en lugar de crecer prefiere empequeñecer, pero quien insiste o acaso cuenta con un poso musical propicio, los menos, alucina perplejo con las canciones de cualquiera de estos dos últimos álbumes.

Berrio nace en 1963, crece y se hace músico en la calle Río Deba del barrio donostiarra de Egia. Ahora vive en Gros, en una buhardilla familiar que bien parece ser el lugar adecuado para dejarse llevar por la belleza de las canciones y las palabras. Palabras que, en parte, nacen de la ilusión que le transmitió su profesor de literatura.

«Las inquietudes de Shanti Andía», de Pío Baroja, fue su iniciación literaria. Musicalmente sus aficiones son más complejas: desde la Velvet Underground a la tradicional canción francesa, aunque también suele referirse a los primeros álbumes de Mari Trini, Cecilia, Roberto Carlos... como punto de referencia. «La manera de componer de entonces me gusta mucho. Pero también hablo de Aznavour, Barbara, Brel, Piaf...», matiza.

«Mi padre tocaba la guitarra y el requinto en un cuarteto llamado `Ondas' que hacían repertorio de boleros y canción latinoamericana a imitación de Los Panchos. Eso allá por los años 50 y 60. Fue mi padre, Emilio Berrio, quien me enseñó a tocar los rudimentos», explica.

Quien desee un último contacto veraniego con uno de los autores más densos y originales (a pesar de su clasicismo) puede escuchar una mezcla de sus últimos dos discos hoy en el salón del Colegio de Abogados de Bilbo (20.00 horas, la entrada es entrada libre). Y mañana, en Le Bukowski de Donostia a la misma hora.

El aliciente es también escuchar cómo esas canciones de «Diarios» se transforman del disco al directo, ya que cuenta con una extraña amalgama de instrumentos y músicos. Hasta Senperena le dijo: «Estás loco». Ellos son Susana Plumed, trompa: Ander Mujika, fagot; Fernando Neira, contrabajo; Imanol Solores, violín; y el propio Rafael, guitarra y voz.

«1971» parece una cima insuperable; «Diarios» se queda a unas décimas. ¿El último disco tiene que ser el mejor?

No creo que el último disco deba ser necesariamente el mejor. Yo soy capaz de distanciarme y ver los errores sin complejos. Siempre pienso que los discos se hacen como enmiendas del trabajo inmediatamente anterior, porque jamás te dejan satisfecho del todo. No pienso, por lo tanto, que «Diarios» sea mejor que «1971». No sabría decir cuál de los dos es mejor. Me conformo con haber escrito tres o cuatro canciones realmente buenas para este nuevo álbum y creo que, si lo escuchamos con indulgencia, las encontraremos.

¿El problema es nuestro porque nos pegamos a los estribillos más claros de «1971» e incluso a los textos más explícitos y emocionales?

Es muy relativo. Cuando terminamos «Diarios» le pregunté a Senperena: «¿Te parece `peor' o `mucho peor' que `1971'?». Senperena me contestó, categórico: «Al contrario, `Diarios' es muchísimo mejor». Yo pensaba como tú, pero la opinión propia del creador es siempre la más superficial y no siempre es fiable. Yo, después de la respuesta de Senperena, no sé qué pensar al respecto.

La ligera diferencia de apreciación, pues hablamos de dos grandes discos, es que la austeridad de «Diarios» en producción, colaboradores (y en lógica con los tiempos tan duros) lo convierte en una propuesta levemente más árida para algunos oídos como el nuestro.

Es verdad que en «1971» hubo, primero, mayor tiempo para hacer el repertorio. De hecho está compuesto en un periodo de cinco años, mientras que este «Diarios» lo he escrito en unos seis meses aproximadamente. Música y letra. Para mí es un tiempo récord. Y en cuanto a la austeridad que dices, no diría yo lo mismo. Quizá, sí, en «1971» haya más canciones dulces o de amor romántico, y en «Diarios» se cantan letras más ásperas y largas, pero veo una producción muy semejante.

Pero «Diarios» cuenta con un micro diferente y una ecualización muy distinta a «1971». El actual le marca mucho las eses, además de cambiarle el tono más metálico, de medios con buen vibrator, de «1971»

Es una buena apreciación. Grabamos el disco en otro estudio diferente, aunque con el mismo ingeniero de sonido: José María Rosillo. Por alguna razón, Rosillo eligió un micrófono diferente, es verdad. No sé muy bien porqué razón ni tampoco me interesé en ello..

¿No está un poco obsesionado con el pasado literario, al punto de tirar incluso de puro?

Quizá sí. Me desagradan las novelas que hablan de lo actual y con lenguaje actual. Eso me aburre muchísimo, con excepción quizá de Houellebecq y algunos pocos más contemporáneos. He sido, sin embargo, un gran lector de historia, de biografías del pasado. Ahora tengo una racha que me dura desde hace años y estoy envenenado, por ejemplo, con la Revolución francesa, con Napoleón en Santa Elena, con María Antonieta, con Robespierre... ¿Es una perversión? Seguramente, no lo niego. Pero encuentro en esa perversión el único placer duradero que me ofrece la vida.

Parece un clásico (por los vals, por el aire a chanson, por el tipo de escritura e incluso por algunos de sus gustos, pero, en el fondo, hay mucho de rebelde en usted, de contracultura. Y no sé si de provocador intelectual.

No creo que ambas posiciones sean incompatibles. Al contrario. Ser un clásico precisamente te hace poner en duda los valores del presente, mirar con ojos críticos el signo de los tiempos.

¿Qué tal vive con el reto de encajar ideas en las palabras adecuadas y en versos que deben ajustarse a una métrica? ¿Sería ingenuo pensar que esto le sale en una tarde inspirada?

Sí, sería ingenuo. Paso meses, y aún años, con las letras en la cabeza y voy de una a otra en cualquier momento. En el supermercado, en la cola del banco, mientras friego... Siempre las dejo un tiempo escritas y luego las retomo para corregir. Poco a poco voy completando los cuadernos. Solo en algunos casos me salen de tirón, en una tarde. Es muy excepcional, pero a veces me pasa.


 

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