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El veto de UPN a la ikurriña provoca un inédito inicio sanferminero

12.19, una hora que queda para la historia de los Sanfermines. La fobia del Ayuntamiento de UPN a la ikurriña quedó de relieve ayer ante todo un mundo que miraba a Iruñea. Tres «barbudos» subidos a dos tejados bastaron para liarla parda y provocar al alcalde un auténtico Apocalipsis Maya. La fiesta empezó con esperpento puro.

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Ramón SOLA

El terremoto sanferminero comenzó con una sorpresa morrocotuda y que derivó en inolvidable esperpento. El Consistorio de UPN llevaba muchos años empeñándose en una batalla para que la ikurriña no luciese en la Plaza Consistorial, pero se la encontró de morros, a apenas cinco metros del balcón del segundo piso, en el que se lanza el txupinazo, y de gran tamaño. Había que decidir en minutos y tenía dos opciones: hacer la vista gorda -a buen seguro la televisión le hubiera ayudado con su habitual juego de planos cortos- o tomárselo a la tremenda. Optó por la segunda.

El alcalde, Enrique Maya, reaccionó ante la ikurriña como Drácula ante una ristra de ajos. Podía mantener el acto del cohete intacto -la bandera era más visible desde el balcón y la imagen frontal de televisión que desde la calle- o incluso desplazarlo al primer piso, pero eligió la más drástica y traumática: retrasar el inicio festivo.

Antes de que la ikurriña acaparara el paisaje de la Plaza, a eso de las 11.40, Maya había alardeado de talante antes las cámaras de televisión. Pidió disculpas porque hace dos años, cuando le tocó lanzar el cohete, le pudieron los nervios y gritó demasiado. Pero a las 12.00 y unos minutos, con la ikurriña gigante tocándole las narices, ya no estaba para disfraces y sacó ante las cámaras todas sus fobias: «No lo voy a tolerar, así no se puede tirar el chupinazo. Hay que hacerlo en condiciones y no con esta indignidad. No hay la pretendida normalidad que dicen que hay», bramó el alcalde.

Sofoco en el Ayuntamiento

El resto del salón era un poema, con varios concejales abanicándose a toda velocidad para pasar el sofoco, y con la incógnita creciente de cuánto tiempo iba a costar resolver la situación. Si la ikurriña estaba atada a una sirga tensa, cortarla podía provocar problemas de seguridad por el riesgo de que el cable golpeara a alguien.

La Plaza se empezó a impacientar. Los guiris no entendían nada ni estaban para explicaciones largas, así que siguieron con la fiesta. Entre los de casa -partidarios o no de la ikurriña- se imponía el estupor. Los gritos de «UPN kanpora» eran cada vez más audibles.

Dentro había alguien todavía más nervioso que Maya. Se trataba de Enrique Vall, concejal del PSN y encargado de lanzar un cohete que nunca olvidará. La entrevista en directo a Televisión Española pasará a los anales. Primero por los aspavientos de Vall, atacado de los nervios, cuando desde el estudio central no acababan de dar paso a la periodista que le iba a preguntar. Y después por su empeño en remarcar que «esto es una anécdota sin más, esto no es noticia». Desde el estudio central tuvieron que corregirle: noticia sí que era, tanto que afectaba a su parrilla. ¿Lo va a tirar?, le preguntó la entrevistadora, cuando ya todo eran dudas. «Sí, sí, por supuesto que lo tiro», dijo Vall entre una risa muy nerviosa.

El apuro crecía en el interior del Ayuntamiento, con los abanicos a toda mecha. Ignacio Polo, uno de los más exaltados de UPN, apuntó directamente a Geroa Bai, lo que contribuyó a que Uxue Barkos se apresurara a desmarcarse e incluso criticar la acción popular: «Quienes hemos defendido que la ikurriña debe estar en el balcón del Ayuntamiento por derecho propio junto con otros símbolos no podemos aceptar nunca, y desde luego es triste, bien triste, que hoy alguien haya puesto una ikurriña para estropear el arranque de los Sanfermines».

El reloj seguía corriendo y ya la Plaza se dividía entre quienes pitaban y quienes empezaban a moverse para buscar un bar. Fue entonces cuando un policía municipal, según la versión oficial, consiguió cortar el cable o soga por la que la vetada ikurriña había llegado al medio justo de la Plaza, hasta ponerse cara a cara con las cuatro banderas que sí tienen permiso oficial.

Vall salió finalmente con el alcalde Maya, intentó en vano acallar los gritos de «UPN kanpora» con voces de «San Fermín, San Fermín», y finalmente lanzó el cohete con una frase inverosímil: «Pamploneses, pamplonesas, iruindarrak, gente forastera, desde el respeto institucional ¡viva San Fermin, gora San Fermin!». El «desde el respeto institucional» completaba el sainete, porque no hay nada más alejado a una tribuna parlamentaria que el balcón del Ayuntamiento de Iruñea a mediodía del 6 de julio.

La presencia de una representante de la ONCE, Ana Irene Rodeles, junto a Vall como coprotagonista del txupinazo pasó lamentablemente desapercibida. La fiesta empezó por fin, pero nadie lo hubiera dicho por las caras de Vall, Maya y demás.

Golpes en Chapitela

Para entonces, en todos los continentes había gente preguntándose cómo llegó la gran ikurriña hasta tan privilegiado lugar. La realización de Televisión Española hizo rápido su labor y repescó un par de imágenes que se le habían pasado desapercibidas y tenían la clave: una persona con una barba postiza subida en el tejado de Casa Seminario - a la izquierda de la Plaza si el Ayuntamiento se mira de frente-, con una caña de pescar, y otras dos que, de similar guisa, tendían la pancarta desde el tejado del edificio de enfrente. Tres «barbudos» y una ikurriña, eso era todo, eso había valido para atrasar el txupinazo y para delatar ante el planeta todas las fobias que puede desatar una bandera.

La explicación a la acción, con todo, estaba dos calles más allá. A las 11.20, una kalejira de personas con ikurriñas intentó entrar al Ayuntamiento. Nadie sabe con qué cobertura legal, la Policía Municipal y la Foral lo impidieron, con una carga a golpes y empujones. Una acometida que vuelve a repetirse, esta vez fuera de la Plaza, donde hace tres años en la enzarzada posterior un joven de Madrid sufrió lesiones de por vida.

Queda por escribirse el último capítulo, el de las represalias. En una actuación judicial inusitadamente rápida, y más aún un 6 de julio, el Juzgado de Guardia anunció la apertura de diligencias por el hecho, aunque no se adivina qué delito se puede llegar a imputar a los autores en una plaza, por lo demás, repleta de banderas de todos los colores. Para Maiorga Ramírez (Bildu), abrir diligencias judiciales por la aparición de la gran ikurriña es «absolutamente absurdo» dado que se trataba de una «iniciativa espontánea, no violenta y absolutamente normalizada».

En el Ayuntamiento, tras el arranque festivo se improvisó incluso una Junta de Portavoces urgente, con la pretensión de emitir una condena de la acción. En ella no hubo ningún acuerdo. «Por los de siempre», sentenció UPN en una nota.

 

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