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Entre el calor y el gentío, Iruñea olvidó que tiene menos días de sol que Mordor

De un día para otro, Iruñea se ha olvidado del tiempo gris y ha acogido el verano entre barriles de cerveza. El Sol campó a sus anchas, regalando a los sanfermineros la excusa de que todo fue fruto de una insolación.

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Adah MENKEN | IRUÑEA

Iruñea arrancó el año batiendo todos los récord de encadenar días de tiempo triste. Con tanta agua que había caído, se habían enfadado hasta los pantaneros (por no hablar de los de Zangoza). Al final, el txupinazo tardío cruzó un cielo terriblemente azul. Y el sol castigaba a rabiar, lo que arrastró a los sanfermineros a buscar la sombrica dentro de un bar, aunque muchos de los antros iruindarras se comportaran más como sauna que como alivio frente al iracundo astro rey.

Eso obligó al gentío a batirse el cobre en la calle. Y, para avanzar, había que abrirse paso a codazos. Un recodo sin gente se convirtió en parada y fonda hasta que llegara el resto de la cuadrilla. Aunque, eso sí, entre trayecto y trayecto (léase entre bar y bar) siempre se echaba en falta a alguien que se marchaba sin decir adiós y que se quedaba saludando, ligando o perdiéndose sin más motivo.

Por todo ello, es en la calle donde se recogen las mejores estampas. En los caretos de la fauna que se ha apoderado de la capital navarra se encuentra sin duda el espíritu de las fiestas de Iruñea. Todo el mundo está poseído por el lado más paupérrimo de sí mismo. Lamentablemente, hay que despertales de su ensoñación. Aunque no lo crean, no dan pena, sino envidia.

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