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Maite Soroa | msoroa@gara.net

La presidenta del club de fans de Urquijo

Carlos Urquijo, que cada vez que abre el periódico se le ocurre una querella, ha decidido que no le gusta el pregonero de las fiestas de su pueblo -quizá porque Pablo Gorostiaga le dio más de un revolcón en las urnas- ni la txupinera de la Aste Nagusia de Bilbo, y ha decidido entrar como suele, como elefante en cacharrería. A la mayoría de las laudioarras y bilbainas no les ha hecho ni pizca de gracia, pero como tiene que haber de todo, también el delegado con ínfulas de virrey tiene un club de fans. Y su presidenta debe ser Tonia Etxarri, quien ayer en «El Correo» firmaba un comentario muy de su estilo. Explicaba, es un decir, que «podría haber transcurrido el inicio de las fiestas de otra forma», lo que no deja de ser cierto, ya que Urquijo podría haber optado por no tocar la moral al personal. Pero la columnista de Vocento se refería a que «si Jone Artola hubiese dado un paso al frente y se hubiera desvinculado de la trayectoria de la banda terrorista (...) hasta el obispo Munilla habría defendido su derecho a hacerse demócrata, después de su arrepentimiento». ¿Arrepentirse de qué? La que está tardando en hacerse demócrata es la plumilla, tan diestra ella. O tan a la diestra. Dice Etxarri que «hay cientos de bilbainas con pedrigrí democrático que podrían haber cumplido con el papel de representantes festivas de la Aste Nagusia». Ya pero resulta que las comparsas han elegido a Jone Artola, por mucho que a ella o a Carlos Urquijo les escueza. Pero así son de demócratas ellos. De toda la vida, además.

Sostiene la ultraperiodista que «si el remedio para tener la `fiesta en paz' pasa por dejar que la izquierda abertzale (...) imponga su presencia en todos los rincones de la geografía vasca sin demostrar el mínimo gesto de arrenpitimiento, se le está pidiendo a la sociedad un `trágala' difícil de admitir». Etxarri hablando en nombre de la sociedad vasca, ¡toma ya! El remedio para tener la fiesta en paz es que la fachenda nos deje en paz de una vez. Porque encima asegura que «al delegado del Gobierno seguramente le resultaría más cómodo mirar hacia otro lado. Se evitaría muchos insultos cada vez que acude a actos públicos. Pero sabe que tiene que cumplir la ley y la dignidad de las víctimas». Pues este pueblo estaría mucho más cómodo si no tuviera que soportar a ningún delegado del Gobierno.

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