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Jon Odriozola Periodista

La mayoría silenciosa

Un magma humano compuesto por antihéroes que conforman un número que ha «redescubierto» el PP: la mayoría silenciosa (y si cuela, cuela)

A Joseba Macías

Realmente prodigiosos los penúltimos embustes y embelecos del Gobierno central que hacen palidecer el cuento del zorro que viene, y no venía, hasta que al final vino y ya nadie creyó al bocazas.

Con motivo de la última Diada catalana, y para capitidisminuir el impacto que tuvo la cadena humana pidiendo la independencia, se ha sacado del trastero de la historia de la sociología burguesa el ideologema de «mayoría silenciosa», concepto que el protonazi R. Nixon usaba para enfrentarse a los pacíficos manifestantes que querían poner fin a la guerra de Vietnam.

Según estas lumbreras -con el correoso e inasequible al desaliento Marhuenda-, quienes no acuden a una manifestación, u otro acto, son contrarios a lo que en esos eventos se proclama. Es decir: fue mucha gente la que se movilizó en la Diada, sí, ¡pero fue más la que no lo hizo! Lógica aplastante. Por lo tanto, son estos, los «inmovilizados», quienes, a contrario sensu, están con el Gobierno. Y si todo el mundo fuera paralítico, mejor. En temas de corrupción, están al «y tú más». Y en esto a taparse los ojos con la mano. Puro infantilismo, como los niños.

Esta vaina recuerda, un poco, a un libro escrito en 1950 por David Riesman, titulado «La muchedumbre solitaria» («The lonely crowd»). De ecos orteguianos y e «hombre-masa» de este (que él aborrecía), la intención era analizar el «tipo de vida americano» y sus ansiedades y déficits con respecto al «sueño americano» (american dream) que tan brillantemente reflejara Arthur Miller en el atribulado personaje de Willy Loman en «La muerte de un viajante». También Los Beatles se preguntaban en «Eleanor Rigby» «a dónde va toda esa gente solitaria» («look at all the lonely people»).O en «A day in the life», donde «una multitud se quedó allá mirando» («a crowd of people stood and stared»).Todavía no habían leído a Negri.

Tiene que ver esto, a mi juicio, con el mito de las «clases medias» que hiciera suyo el denominado «franquismo sociológico» basado en el «milagro económico español» de los años sesenta del siglo pasado con la industria de «línea blanca»: lavadoras, aspiradoras, secadora, televisores y... el 600. Del capitalismo de producción al de consumo: el «capitalismo popular» que consolidó un nuevo estrato social: la clase media. Una clase media urbana «sin atributos» a lo Musil, anodina y apática, pero que decide el resultado de las elecciones y son objeto de la avidez publicitaria.

Un magma humano compuesto por antihéroes que conforman un número que ha «redescubierto» el PP: la mayoría silenciosa (y si cuela, cuela). Probablemente, preferiría que nos levantáramos una mañana metamorfoseados en un repugnante insecto, como el Gregor Samsa de Kafka.

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