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Raimundo Fitero

Mediciones

 

Los que obtienen malos resultados con los sistemas actuales de medición de audiencias, aseguran que son metodologías y sistemas antiguos, desfasados, que omiten muchas de las pantallas por las que se ven ahora mismo los programas televisivos. Y por la cantidad de aparatos que se escucha la radio. Esas programaciones a la carta, en las que se puede ver un episodio de una serie, cuando uno desea, ¿cómo se contabiliza? Las redifusiones por los canales satélites de las dos grandes corporaciones, TVE, ETB, Mediaset y Atresmedia, también sufren de ese desfase contable y deben acumular datos casi a mano para mejorar resultados.

Desde hace unas semanas en algunas páginas especializadas, se dan datos de otras medidas de la incidencia de los programas en las redes sociales. Contabilizan las menciones en esas redes y con ellas crean otra clasificación que, bien mirado, puede darnos otra lectura de la incidencia de las programaciones, según la implicación de activos telespectadores que comentan simultáneamente en esas redes algo de lo que está sucediendo en su televisor. Es una suerte de medición interactiva, en la que se puede aplicar un análisis que escapa o supera al básico y tradicional de la medición de audiencias, es decir el número total de los que ven en ese segundo ese programa y lo que ello significa en términos porcentuales en relación con el número total de ciudadanos enganchados en ese instante a la televisión o que al menos la tienen encendida y con un programa en concreto, aunque duerman, o estén haciendo otras cosas en otro punto de la casa.

Con esta nueva medida, se sabe el interés despertado entre aquellos sectores más activos, los que están con, al menos, dos pantallas abiertas, la televisión y el teléfono inteligente, la tableta o el ordenador. Y puede que sean varios de estos últimos los que están en funcionamiento. Estas denominadas «audiencias sociales», seguro que reportan unos datos a los anunciantes y publicistas que pueden ser utilizado para hacer más eficaces sus mensajes. Incluso a los programadores les proporcionan datos subjetivos personalizados de quienes están viendo sus programaciones. Nos tienen controlados.