Ya Goñi Gaztambide se le quemó la mano. Al menos así se suele reflejar en el dicho de «poner la mano en el fuego por creer en la sinceridad de otro». Al tiempo que don José Goñi Gaztambide era profesor del seminario de Pamplona, escribió un artículo en el que afirmó que San Francisco Javier fue canónigo electo de la catedral de Pamplona. Y lo hizo en la confianza de que «el erudito y profundo conocedor del archivo catedralicio don Fermín Lubián...», afirmaba en 1768 (sin base en datos de dicho archivo), que «San Francisco Xavier, aunque fue canónigo electo de esta santa iglesia, no llegó a tocar ni vestir el hábito canonical de ella, porque no aceptó el canonicato».
No entraré a dilucidar si don Fermín Lubián mintió, obvió mirar el archivo, se guió de lo dicho por un compañero de Xabier mucho después de su muerte, o no quiso descalificar las fuentes jesuíticas. Pero cuando el año de 1952 Goñi Gaztambide fue nombrado canónigo de Pamplona, y pasó a tener el archivo de la Catedral a su cargo, su sorpresa debió de ser muy desagradable. Guiado por dicha información falsa, había extendido un relato histórico como veraz, cuando era totalmente falso.
Así, si el año 1952 dijo que «Javier, por influjo de su tío, el doctor Remiro de Goñi, fue elegido unánimemente canónigo de la catedral de Pamplona. Al mismo tiempo fueron agra- ciados con una prebenda otros seis clérigos», el año de 1985 escribió que «el 4 de junio de 1536 fueron elegidos para formar parte del cabildo Jerónimo del Frago, Juan de Falces, Martín de Aguirre, Martín de Ustarroz, Juan Martínez de Aibar, y Martín Subiza. La pequeña crónica que cuenta esta elección guarda silencio sobre otro canónigo elegido al mismo tiempo».
Y para no contradecirse a sí mismo recoge que el padre Simón Rodríguez de la Compañía relató como dicho por el propio Francisco: «Fue en las proximidades de la partida (para Venecia con los miembros de la compañía en el otoño de 1536), cuando Francisco de Xabier supo la noticia de que el capítulo de Pamplona acababa de conferirle un canonicato (y aquí la frase «política» que hará lema religioso): un alma vulgar se habría emocionado; pero ya Francisco tenía por nada las cosas que el mundo más estima: No aceptó».
Para deducir lo falso o veraz de tal afirmación, partiremos de las carencias:
a) En el cabildo de la catedral se constata la petición de Francisco a la canonjía, pero no figura entre los canónigos presentados.
b) El archivo de la catedral contiene la elección de los seis canónigos nombrados y sus títulos, y entre ellos no se halla el de Francisco, a pesar de que consta en el archivo de la catedral, que pidió apoyo a su tío Remiro de Goñi, e incluso le dio poder para aceptar en su nombre cualquier beneficio o dignidades que se dieren.
c) Tampoco existe constancia de acuerdo alguno sobre elección de Francisco, a pesar de que incluso se llega a afirmar que ésta fue unánime.
d) Ni existe comunicación de su nombramiento, ni copia de éste, ni de su rechazo por Francisco como se asegura.
e) Todo esto nos lleva a la falta total de documentos que lo acrediten, cuando además sí existen sobre los citados canónigos como nombrados.
f) En cuanto a las motivaciones, éstas pueden multiplicarse. Bien pudo mentir Francisco (para no correr el ridículo del fracaso), pudo mentir su compañero (en aras de amistad o de corporativismo) y/o se buscó beneficios a favor de los intereses de la Compañía S. I.
Ya en el reciente libro que me publicó Pamiela descalifico una por una todas las falsas informaciones que fueron produciéndose, sumándose en forma de bola de nieve unas sobre otras.
Pero la prueba contundente del deseo de Francisco de acceder a la canonjía es que su familia estuvo trabajando hasta el último momento (desde un año antes tenían sentencia favorable de los alcaldes, que fue recurrida por el fiscal), para que Francisco consiguiera la canonjía, y ésa es la mejor prueba de que Francisco deseaba alcanzarla. Aducir sin ninguna referencia de datos que «está claro que la familia no había hecho el más mínimo caso de dicho proceso, o lo había postergado por no tener tanta importancia en dicho momento, hasta que se vio peligrar el proyecto familiar», resulta infame o de mala fe, en el autor que lo ha dicho.
Y la necesidad de ganar a tiempo el pleito de hidalguía para conseguir la canonjía (obtenida dos meses tarde), es confirmada por Goñi Gaztambide: «El cabildo pamplonés, como tantos otros, sólo admitía en su seno a jóvenes de noble abolengo». Teniendo esto en cuenta, pues, sólo con las fechas de la tramitación de su hidalguía se confirma la imposibilidad de su nombramiento.
Pretender hoy día, como hace una reciente publicación, que Francisco de Xabier fue canónigo, es asumir las falsas divulgaciones que se dieron, por intereses religiosos y políticos, tan bastardos unos como los otros. Tan bastardos como la publicación citada.
En cambio Goñi, cometido el error, no se rectificó a sí mismo, pero tuvo el valor de aportar los datos que, conocidos por él posteriormente, los publicó de forma que cualquier interesado pudiera contrastarlos. Y cuando menos a mí me han sido válidos para descubrir lo veraz y separarlo de lo falso.
La falta de visión de los hechos que ha demostrado el reciente autor al que aludo, muestra que el título de «pescador» no da la categoría de serlo, y que el pescado no se vende en el río, sino después de sacado del agua, sea con aguas limpias o con sucias y embarradas. Ya está bien que tengamos que enfrentarnos a la historia que nos presentan los enemigos para que noveles sin madurar sigan criterios interesados, sin analizarlos y contrastar su veracidad.
A Francisco de Xabier las instituciones ocupantes le impidieron acceder a la canonjía que aspiraba. Y con lo expuesto, ha quedado aclarado lo sucedido . -