HAMBURGO

Al fin y al cabo, la forma de jugar de ambos equipos no es tan dispar: fuerte defensa, presión asfixiante en la medular y confianza en una jugada aislada de sus atacantes para tomar la delantera en el marcador.

Italia puede encontrarse con la imprevista horma ucraniana, a la que encima le acompaña la seguridad en el lanzamiento de los penaltis, una contingencia que no habrá que descartar a la vista de los encuentros precedentes de las dos escuadras.

Para los de Blokhin, estar en esta fase del torneo ya supone todo un éxito en su debut, pero llegados ahí, a buen seguro, que no descartarán poner la guinda al pastel que sería disputar una de las semifinales. Gran parte de sus posibilidades dependerán de que acaben por aparecer las habilidades de un gris Shevchenko, que ya sabe lo que es superar a defensas italianos, no en vano lo ha estado haciendo durante siete años y Cannavaro, que estará hoy enfrente, es un buen testigo de ello.

Precisamente la zaga transalpina es una de las líneas que se ha visto obligado a retocar Marcello Lippi, dando entrada al central del Palermo Andrea Barzagli, único jugador que le queda en esa posición debido a la ausencia del lesionado Nesta ­sólo podría contar con él en la final­ y del sancionado Materazzi.

Además, todo apunta a que Totti volverá a ser el encargado de llevar la batuta de la azzu- rra, después de la oportunidad fallida dada al veterano Del Piero, si bien la principal duda del técnico italiano será alinear a uno o dos delanteros, donde sorprendería que finalmente la decisión adoptada fuera esta última.