Miro a mi alrededor y veo un montón de mensajes y campañas potenciadas por y desde el poder para crear opinión, como si la decisión que yo pueda adquirir sirviera para algo. Campañas a favor de los medicamentos genéricos en las salas de espera de las consultas médicas, como si yo pudiera decidir adquirir este u otro medicamento, sobre el uso del agua y su gasto, sobre el uso del transporte público, etc. Mientras que la misma administración, organismos locales, ayuntamientos... tienden a tomar decisiones en otro sentido con demasiada facilidad, como si todo les fuera ajeno, sin tener en cuenta las demandas de la ciudadanía.

En este país donde cada cuatro años se vota y se da carta blanca para otro periodo, y se pueden hacer o decidir auténticas barbaridades urbanísticas, sociales, culturales... no nos deben extrañar las posteriores campañas divulgativas tendentes a crear una opinión favorable, como si nuestra decisión hubiera sido tenida en cuenta. Así, se nos vende que las infraestructuras cementeras responden a nuestras necesidades mas prioritarias, que el TAV responde a nuestro criterio de perder mas tierra útil y caseríos en pos de la modernidad, que los polígonos industriales y recalificaciones no son negocios; se nos intenta convencer de que en este maravilloso país del «ven y cuéntalo» las políticas de vivienda son las mejores y acertadas, lo que, por cierto, los posteriores datos niegan.

Aquí se nos ofrece un montón de puertos deportivos y turísticos con todos los servicios como alternativa cuando durante muchos años nuestros arrantzales no tenían o tienen ni accesos, ni tomas de agua o luz adecuadas en el mismo lugar. Se nos vende mil veces la idea de la solidaridad mientras las desigualdades sociales y la crueldad de la marginación campan a sus anchas, etc.

Qué decir de las campañas sobre la seguridad en el trabajo. Parece que los mensajes pretenden incidir en el accidentado y no en el que realmente tiene posibilidades y recursos suficientes para que la precariedad y el riesgo desaparezcan. Hay cientos de estudios sociológicos sobre la población, sobre nuestros deseos y necesidades... ¿para qué, si no se respetan? Y esto podría parecer agotador si no fuera por que los ciudadanos también sabemos que se nos utiliza para uno u otro fin en función de los intereses de una clase política, social y cultural cada vez mas interesada en perpetuarse en el poder.

Nos importa y mucho el futuro y nuestro entorno y el uso del dinero público. El problema es que quien lo controla lo hace como si fuera propio y en función de unos intereses cada vez más ajenos y menos respetuosos con los demás moradores de esta tierra.-